LA ÚLTIMA

Cuando impera la normalidad

Emilio Pérez de Rozas

Sé que ya ha pasado, pero déjenme que le dé una vuelta. Sé que es muy nuestro y, tal vez, suene a piropo. No me importa. Y menos a mí que, con 60 años, he maltratado mucho al Barça, precisamente por no hacer las cosas bien. Ya mi maestro, Àlex J. Botines, me enseñó que el Barça era una cosa tan sagrada, que había que vigilar de cerca a sus dirigentes y criticarles si no hacían las cosas correctamente. Bueno, lo correctamente que creíamos nosotros, que esa es otra.

Los hay, ya se lo advierto, incluso en el seno del propio Barça, que empiezan a tener cierto miedo al `buenismo¿ que se ha instalado, no ya en el club, que bastantes líos ha de afrontar incluso estando en la cima de la gloria, sino también en el entorno. Hace mucho tiempo, mucho, que el Barça no hace las cosas tan bien como las está haciendo últimamente. Porque si impecable fue el relevo de Pep Guardiola por Tito Vilanova, personalmente creo que todo lo que ha afectado a la enfermedad del nuevo `míster¿, antes y ahora, ha tenido un grado de excelencia solo comparable al fútbol y éxitos del equipo.

Tal vez sería posible, sí, centralizar el nuevo `tarannà¿ de la entidad en determinadas personas. Puede, sí. Y hasta puede que si intento escribir sus nombres, me olvidaría alguno. Pero resulta cristalino que, de nuevo, la comparecencia del presidente Sandro Rosell y el director deportivo Andoni Zubizarreta fue inmaculada. Y, déjenme que recuerde que, a 600 kilómetros de aquí, no paran de hacer el ridículo en situaciones muchísimo más fáciles de gestionar. Pero ya no llegan a tiempo, se les ha ido de las manos el club. Peor aún, han entregado su entidad a un bombero, que trata de apagar todos los incendios que él solito provoca con más gasolina.

Hubo quien criticó que se suspendieran tan rápidamente los actos de Navidad. Pero, me juego lo que ustedes quieran, que son los mismos que hubiesen puesto el grito en el cielo en caso de que Rosell se pusiese a brindar por una Navidad que ya intuía dolorosa, preocupante, mientras su `míster¿ se reunía con sus médicos en el hospital del Vall d¿Hebron. Así que esa decisión fue justa y necesaria, entre otras razones porque el presidente no podía responder a ninguna pregunta sin tener en la cabeza, ni mentir, sobre la situación que estaba atravesando en ese instante la entidad.

Y una vez conocida la situación, dolorosa pero esperanzadora, Rosell y Zubizarreta volvieron a protagonizar, como ya ocurriera el día de Pep y el día de Tito, una conferencia de prensa magistral, inmaculada.

Todos recordamos las épocas, muchas, lamentables, en las que el Barça no sabía hacer estas cosas. Ahora, las borda. Posiblemente porque, como dice Zubizarreta, hacer lo natural, lo obvio, parece excepcional.