SOBRE EL TERRENO

Cuando el Sr. Ancelotti dejó de ser un señor

Nadie, yo al menos, se cree que Ancelotti no consulte a CR7 los cambios

Nadie, yo al menos, se cree que Ancelotti no consulte a CR7 los cambios / sport

Emilio Pérez de Rozas

SI ALGO DEBERÍAMOS de pedirle al señor del chicle que dirige al Real Madrid, a ese señor que parece señor y, sin embargo, va disfrazado de traje, es que no se considere el único entrenador que no consulta a sus estrellas antes de cambiarlos. No, por favor, señor Carlo Michelangelo Ancelotti, no nos dé lecciones. Lo siento, pero llega tarde. Usted no conoce a Cristiano Ronaldo y, mucho menos, a Florentino Pérez, capaz de comprar las basuras de la ciudad de Madrid, a precio de basura, perdiendo dinero, para librarle de un marrón al Ayuntamiento, que tantos beneficios y recalificaciones le ha proporcionado a la Casa Blanca.

No saque pecho, señor Carlo Michelangelo Ancelotti, porque dice, farda, chulea de no pedir permiso a Cristiano para sustituirlo. Porque sabemos que lo que sí hace usted es pedírle permiso para eso a Florentino. Y no sé qué es peor. No, señor Carlo Michelangelo Ancelotti, no lance ese dardo con tan mala leche hacia Luis Enrique, que lo único que ha hecho ha sido reconocer un hecho evidente, cristalino, normal (no en un campo de fútbol, también ocurre en mi redacción, también), que es llevarse bien con aquellos trabajadores que son los que sacan las castañas del fuego.

Porque usted señor Carlo Michelangelo Ancelotti no es quien gana los títulos, no. Luis Enrique, como antes el Tata Martino, como antes Tito Vilanova e, incluso, sí, el mismísimo Pep Guardiola, siempre han reconocido que son ellos, los futbolistas, y no sus estrellas, los que ganan los partidos, los que los hacen buenos a ellos. Por eso, de cara o de espaldas, contándolo o silenciándolo, ellos sí consultan a los astros. Porque son listos. Usted, como solo consulta al presidente, todo eso que tiene ganado.

Todo el mundo señor  Carlo Michelangelo Ancelotti lo tiene a usted por un señor. Yo, la verdad, después de lanzarle ese dardo envenenado, absurdo, falso, cínico, pícaro, innecesario a Luis Enrique, he dejado de considerarle una buena persona, por más corbata que usted luzca, por más título que acapare en su vitrina.

Porque, además, le voy a decir una última cosa: ¡Ni usted se cree eso de que no consulta a CR7! ¡Ni usted se lo cree! Que le vaya bonito. Menos hoy.