sobre el terreno

Alguien debería decirle a Puyal que le quedan muchas Champions

Joaquim Maria Puyal

Joaquim Maria Puyal / sport

Emilio Pérez de Rozas

Él cree que puede hacerlo. Es más, lo ha hecho. No es un aviso, no puede serlo. Nunca tratándose de él. Él no amenaza, él decide. Le han pedido tantas cosas, le han sugerido tantas ideas, lo han metido en tantos fregados, le han hecho tantas ofertas, lo han perseguido tanto, tanto, para altísimos cargos que está acostumbrado a blindar su agenda con sus chicas, de las que no se separa y de las que se fía a ciegas.

Pero lo que no sabe él, es que eso que ha dicho, que nos va a dejar sin fútbol en catalán a no tardar (porque el fútbol en catalán, lo siento, solo es el que ideó él, hace 40 años con la ayuda de ese orfebre de los vocablos llamado Jordi Mir), no está en sus manos. Él cree que sí porque, repito, nadie ha manejado su agenda en décadas y, por tanto, tampoco nadie va a convencerle de que ha de seguir hasta su jubilación con la ‘TdP’, ese término tan modernito que ha aportado esa jauría de jóvenes que le acompañan. Y no me refiero al gran, al inmenso, al sabio Ricard Torquemada, sino a buena parte de esas 14 voces que le siguen cual flautista de Hamelin en cada retransmisión y que, mira, te gusten o no (yo ya soy muy viejo, mayor, para determinadas temáticas), hacen más entretenida la ‘transmi’.

En definitiva, que el ‘mestre’ Joaquim Maria Puyal ha dicho que no se ve muchos años más narrando el Barça. Y alguien, no seré yo, debería de empezar a decirle que, aunque, a veces, se equivoque de jugadores e, incluso, coloque en la alineación a alguno que ya está jubilado, no está en su mano decidir cuándo ‘plega’. No puede pretender acostumbrarnos a droga dura durante 40 años y ahora pretender que nos habituemos a la metadona, así, de golpe. Porque somos muchos los que oímos a Puyal por las otras cosas que no son fútbol. A mí el juego me da igual. Para eso ya está la tele sin volumen. Yo persigo su discursito inicial, su reflexión final y aquellas parrafadas de gurú sentimental que me permiten construirme un retrato más fiel de la realidad barcelonista y catalana.