SOBRE EL TERRENO

Ahora ya saben por qué enamora el Atlético

Mandzukic, autor del gol que rompió el gafe del Atlético

Mandzukic, autor del gol que rompió el gafe del Atlético / sport

Emilio Pérez de Rozas

Ahora ya saben por qué la gente es del Atlético. Ahora ya entiendo por qué el mecánico de mi Scoopy, Xavi, se desespera por todo lo rojiblanco y me pidió, de rodillas, yo lo vi, yo lo vi, que alguien, uno, dos o tres jugadores del Atlético le firmasen una camiseta. Y se la firmaron todos porque mi amigo Antoñito Ruiz me hizo el favor.

Ser del Atlético marca. Ser del Atlético es ser de un equipo, especialmente ahora, con el Cholo Simeone, que pelea, que corre, que lucha, que está organizado, que se ejercita y se entrena más que nadie (nadie tiene más jugadas preparadas que el equipo ‘colchonero’; nadie curra tanto, más y mejor que estos chicos en los entrenamientos ¡nadie!), que corre para ganar y defiende para sobrevivir, que no da un balón por pérdido y que vive para ser incómodo, además de vencedor.

Ese Atlético, al que muchos consideraron flor de un día, ha empezado el año ganando su primer título y demostrando que ya es un grande. Más que un grande porque ninguno de los grandes europeos, ni el Manchester City, ni el Bayern de Múnich, ni el Real Madrid han ganado sus ‘supercopas’, perdiéndolas a manos del Arsenal, Borussia de Dortmund y Atlético. Solo el Atlético puede hacer pleno, ya ni los ricos pueden.

Cierto, el Atlético convierte, como ocurrió en el Bernabéu y como se vivió anoche -bueno, hace un ratito, porque esto acabó muy tarde-, los partidos en duelos de lucha grecorromana. Solo el Atlético es capaz de obligar al rival a jugar el partido, enterito, como él quiere. Solo el Atlético, sin desesperarse y sin desesperar a su colérico técnico, que anoche fue expulsado, cómo no, es capaz de jugar sin querer, sin amar, sin acariciar el balón. El Atlético domina los espacios y no quiere el balón.

La verdad es que en el global de los 180 minutos, el Atlético mereció esta Supercopa. Y eso, cómo no, que cuando apareció el cartel de 4 minutos añadidos, todo el estadio temió el minuto 93 en el que, lo juro, lo juro, Sergio Ramos volvió a tener el empate y la prórroga en su cabeza a centro de Carvajal. Pero esta vez alguien decidió premiar al Atlético. Y Xavi sacó su camiseta al balcón. Y durmió con el pijama rojiblanco.