La revolución del ajedrez

La china Tan Zhongy, ante la ucraniana Anna Muzychuk

La chinaTan Zhongy, ante la ucraniana Anna Muzychuk / sport

Aniol Estebanell

Aniol Estebanell

La ajedrecista china Tan Zhongy se ha impuesto a la ucraniana Anna Muzychuk en la final del mundial de ajedrez femenino que se ha estado disputando a lo largo de esta semana en Teherán, la capital de Irán; movemos pieza y paramos el reloj. Hacía tiempo que un torneo de estas características no llamaba tanto la atención de una prensa que se ha hecho, por desgracia, eco de la competición por un motivo extrínseco  a la estrategia innata de las ajedrecistas.

La polémica, recogida en cada uno de los periódicos nacionales, se ha generado a partir de la obligación por parte del gobierno local a enrocarse y forzar a las jugadoras a ponerse un hiyab, durante el transcurso de todo el campeonato.

Empiezan jugando las blancas. El gesto, tomado como una arma de represión hacia la mujer por parte de un sector de las profesionales, ha provocado, a partes iguales, declinaciones a participar en el Mundial, como es el caso de la número uno de estados unidos, Nazi Paikidze, como también gestos de apoyo hacia las jugadoras iraníes. Unas ajedrecistas  que habían pedido públicamente que no se las dejara solas y animaban a sus compañeras a apuntarse al evento de un país que, pese ser conservador, tiene una gran tradición de mujeres que practican el ajedrez.

Pep Melendres, presidente del club de ajedrez “Peona i peó”, tiene una visión alternativa a todo el revuelo que se ha generado en las últimas jornadas por la vorágine machista de los acontecimientos. Según este ajedrecista, que ahora también se dedica a enseñar el arte del juego a niños y niñas, en Irán se puede dar un caso de machismo, pero si lo miramos desde otra perspectiva, el país asiático no es el único que tiene problemas respecto a la igualdad del hombre y la mujer con un tablero de ajedrez por en medio.

¿El problema entonces, no reside solamente allí? El pasado jueves, el eurodiputado ultraderechista polaco, Janusz Korwin-Mikke, nos “deleitó” con su teoría respecto a la superioridad de los hombres por encima de las mujeres, poniendo, precisamente, el ajedrez como ejemplo. Según Korwin-Mikke, la superioridad masculina se evidencia en el hecho de que no haya ninguna mujer entre los 100 mejores ajedrecistas.

Melendres tiene una respuesta al diplomático polaco. “El hecho de que las mujeres no estén entre las 100 mejores en el ránking no es que sean menos inteligentes, eso es una tontería. El factor clave es la cultura en muchos países donde las mujeres se veían obligadas a quedarse en casa, mientras que los hombres salían con sus amigos a los clubes de ajedrez o a los ateneos y, allí, practicaban y aprendían nuevas estrategias”. Jaque.

Curiosamente en los países que podríamos, a primera vista, verlos como más machistas y conservadores es donde está mejor vista la figura del la jugadora de ajedrez: “En la antigua URSS las escuelas enseñaban tanto a los chicos como a las chicas a jugar. Por eso en países que anteriormente pertenecieron a la unión de las repúblicas socialistas, como por ejemplo Georgia, el 50% de los mejores jugadores nacionales son mujeres.” Insiste el ajedrecista. “Aquí he visto casos donde un niño creía que iba a ganar a su rival tan solo por el hecho de que era una chica. Es una mentalidad muy equivocada”.  

Ahora sin embargo, la dinámica está cambiando. No solamente por el hecho que en su entidad, “Peona y peón”, un 32% de sus integrantes sean mujeres, sino porque se está dejando atrás muchos de los estereotipos que han marcado las últimas décadas.

Todo este embrollo en un juego que, si lo pensamos fríamente, tiene como pieza más poderosa la reina, frente a un rey que, frágil y corto de movimientos, si se le toca, la partida termina. Jaque mate.