Zurich marató de barcelona

La increíble historia de Miquel Pucurull: 77 años y 45 maratones

Tengo 77 años y hoy voy a correr el maratón de Barcelona. Así empieza su historia

Miquel Pucurull, en una imagen de archivo

Miquel Pucurull, en una imagen de archivo / sport

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Tengo 77 años y hoy voy a correr el maratón de Barcelona, una prueba por la que quedé seducido cuando el 16 de marzo de 1980 pude terminar la primera que se celebró en la ciudad. Desde entonces he corrido 45, y a pesar de mi avanzada edad, sigo con la misma ilusión que la de aquel día, y no me planteo dejar de hacerlo, por lo menos, dejar de correr, mientras vea que corriendo voy más deprisa que andando. Correr un maratón, cualquiera que sea, es una experiencia llena de satisfacciones. Se sufre mucho pero se disfruta muchísimo. Difícil de explicar la alegría que se siente al cruzar la meta -tan difícil como lo será explicarle a un ciego del arco iris- momento en que pasas a sentirte en triunfador, sea cual sea el lugar que ocupes. Momento en que de ser una persona anónima te conviertes en héroe o heroína. Momento en el que estallan las lágrimas contenidas los últimos metros, cuando enfilando el Paralel ves la fuente de la Plaça Espanya y intuyes que muy cerca te espera la gloria. Los que hemos participado en maratones de Barcelona, y en cierto modo nos consideramos unos pioneros, la satisfacción se acentúa viendo el espectacular aumento que ha tenido la prueba en los últimos años, hasta situarse en la cuarta o quinta de Europa. Me parece un sueño el saber que compartiré carrera con más de 20.000 participantes, cuando en aquella primera éramos 716. Compartiré es quizás un término inadecuado porque el tiempo en que la haré será muy superior al de muchos otros. Pero, y he aquí otra de las virtudes de una maratón popular, un acto social por antonomasia: participas en un evento junto -es un decir- a atletas internacionales de nivel máximo, y también de jóvenes, de viejos, de debutantes, de curtidos veteranos... todos tenemos cabida. Todos, quienes, al terminarla, tenemos el mismo derecho a llorar de emoción que el que ha llegado primero.