Ferran Latorre: "Kilian, no corras tanto que me haces quedar mal"

Ferran Latorre volvió a conquistar el Everest

Ferran Latorre volvió a conquistar el Everest / Joan Monfort

Josep Viaplana

Josep Viaplana

Ferran Latorre ha completado con éxito el proyecto de ascender las catorce montañas que superan los 8.000 metros del planeta, un sueño que arrancó en 2012 y que ha podido culminar esta primavera con la conquista del Everest.

Personaje sencillo, humilde, enamorado de la naturaleza en general y de la montaña en particular, el alpinista catalán, de 46 años, nos cuenta su aventura, las asignaturas pendientes que tiene y habla sin tapujos y con enorme respeto de Kilian Jornet y de las dos ascensiones que hizo en una semana a la montaña más alta del mundo.

¿Qué se siente al coronar el Everest?

Es la culminación de un proyecto de vida. Para que haya sido posible se han tenido que dar muchos pequeños milagros y también un componente de suerte porque es un deporte de riesgo. Estar en la cima del Everest significa hacer realidad dos sueños. Desde niño quería subir al Everest, algo que entonces era irreal, y también completar un proyecto de vida al haber alcanzado las catorce montañas que superan los 8.000 metros del planeta. Si lo quisiera repetir igual no sale. Es como el gol de Iniesta en Stamford Bridge. Chuta otras cien veces y no le sale igual.

¿Da tiempo para pensar y observar el paisaje? ¿Te tomas un respiro? ¿O solo piensas en bajar deprisa?

Es un momento que debería ser muy intenso y que realmente es efímero. Cierto que es el momento culminante de tu proyecto, pero es ahora cuando lo disfruto y me acompañará el resto de mi vida. Nunca podré olvidar los últimos pasos cuando encaraba la cima.

¿Qué hiciste en la cima?

Hizo muy mal tiempo. Nevaba, estaba nublado y hacía mucho frío y soplaba un fuerte viento. No tuve mucho tiempo para disfrutar, ya que eres consciente de que tienes urgencia en bajar hacia el Campo Base, que es donde empiezas a vivir el éxito. La intensidad de conquistar una montaña es un momento muy potente. El alpinismo te proporciona mucha fuerza y te da una amplia perspectiva.

¿Llegaste a pensar en abortar el intento?

No lo contemplé, aunque es algo que muchas veces no depende de ti. Pero era una intuición. Conseguir el patrocinio en 2012 para llevar a cabo este proyecto ya fue un milagro y no tuve dudas. Hubo momentos complicados, claro, como la retirada de mi sherpa cuando iba a atacar la cima y estábamos a 8.400 metros. Estaba enfermo y eran las 4 de la mañana. Dudé un momento, pero vencí a las dudas y seguí solo. Es como cuando el Barça juega una final y sabes que la ganará porque el equipo está enchufado.

¿Estabas dispuesto a arriesgar la vida?

No, nunca lo he hecho en cosas que dependen de mí. Nunca me han tenido que rescatar por haber llegado a la extenuación, ya que trato de hacer un buen cálculo sobre mis posibilidades. Lógicamente, hay cosas que no dependen de ti, como los accidentes o las lesiones.

¿El peor momento?

El peor momento fue el virus que cogí unos días antes y me hizo regresar al campamento. En una expedición que dura dos meses tienes en tu interior una guerra psicológica y cuesta mantener la motivación. Estuve tres días recuperándome de la enfermedad y ello retrasó la ascensión definitiva.

¿Y el mejor?

Cuando regresé al campo base después de haber hecho la cima, que es cuando empiezas a degustar el éxito. En la ruta normal de bajada hay dos puntos muy peligrosos, la Canal Sur y la cascada de Khumbu, con un terreno muy inestable. Hay peligros y cuando mayor te haces más consciente de ello eres.

Alcanzó la cima del Everest el mismo día que Kilian Jornet. ¿Os encontrasteis?

Llegué a las 8 de la mañana y él a las 9 de la noche. Kilian lo hizo por una vertiente opuesta a la mía, desde la China y, de hecho, no sabía que estaba haciendo un segundo intento.

¿Hablasteis antes de la expedición?

Mantenemos una buena relación y nos intercambiamos algunos mensajes.

¿Esperabas que hiciera una segunda ascensión?

Me sorprendió, realmente, sobre todo porque hacía muy mal tiempo.

¿Fue una coincidencia que os encontrarais durante los mismos días subiendo el Everest?

No sabíamos que iría hasta que ya nos encontrábamos allí. Sabía que quería subir, pero pensaba que lo tenía planeado para hacerlo en otoño, que sería la época lógica por la vertiente por la que subió.

¿Habéis hablado después?

La valoración que hago de sus dos ascensiones es muy positiva y tiene un físico extraordinario. Yo soy un viejo guerrero, que proviene de la escalada y él del atletismo de montaña.

¿Os habéis felicitado por el éxito?

Le envié un mensaje y después hablamos. Le dije, irónicamente: “La próxima vez, no corras tanto que me haces quedar mal”. La verdad es que viendo lo que hace te entran ganas de retirarte, ya que es uno de los máximos exponentes de las nuevas generaciones y la preparación que tienen es impresionante. De todas formas, mi proyecto no es puntual sino global y simbólico: ser uno de los pocos hombres en la tierra que han subido los catorce ochomiles del planeta.

Pienso que sí, pero además él hace muchas cosas más: esquí, carreras de montaña y maratones de montaña. En el alpinismo no hay reglas escritas, ni árbitros, cada uno hace lo que quiere y como quiere, disfrutando como más le gusta. A él, por ejemplo, le divierte subir y bajar montañas lo más rápido posible. A otros, entre los que me incluyo, nos gusta buscar dificultades técnicas y ascender por las vertientes más difíciles. Por otro lado, no hay duda de que este deporte cada vez está más profesionalizado y el grado de preparación es brutal.

¿Puede marcar un antes y un después al ascenso de Kilian al Everest?

La velocidad que imprime Kilian no es nueva, puesto que ya hace años que se practica y estamos viviendo una transición lenta. El alpinismo evolucionará a la conversión de tres factores: la velocidad, el compromiso y las rutas difíciles y técnicas.

¿Cuáles son tus próximos retos?

El proyecto de los 14 ochomiles tenía un principio y un final. Estoy muy orgulloso de haberlo conseguido. Ahora me gustaría volver al Everest por la misma vertiente por la que ascendió Kilian y subir sin oxígeno. Es el momento de aprobar las asignaturas que tengo pendientes, pese a que ya podría morirme tranquilo, puesto lo que me encanta es estar en plena naturaleza y en lugares salvajes.

¿Qué tiene el Everest que cautiva?

El sueño de todo  montañero y un icono de nuestro deporte. Hay otras montañas que son más interesantes e intensas, más difíciles técnicamente, pero el Everest es el Everest, muy mediático.

Por último, ¿cuáles son tus referentes en el alpinismo?

A nivel internacional, el austríaco Peter Habeler, que fue el primero en subir sin oxígeno al Everest en 1978 junto a Messner. De pequeño leí su libro ‘Victoria en Solitario’ y contribuyó a que empezara a soñar con subir la montaña. De hecho, entré en el alpinismo de la mano de la literatura y también de la escuela, ya que mi primer 3.000 (Punta Alta -3014 m.) lo hice junto a un profesor y mis compañeros de la escuela Aula. A nivel de país mis referentes son Carles Vallès, Òscar Cadiach y Nil Bohigas, a los que precisamente fui al aeropuerto a recibir después de conquistar la cima del Everest en 1985. En este país tenemos mucha gente anónima que hace cosas extraordinarias y, ciertamente, me siento heredero de ellos.