Comparación de sus conductas

Deporte y competición: Pep Guardiola Vs José Mourinho

Alberto Mena, psicoterapeuta corporal, compara las diferentes conductas de Pep Guardiola y José Mourinho

Alberto Mena*

Es por todos conocida la rivalidad existente entre F.C. Barcelona y Real Madrid. En los últimos años y a partir del alto nivel futbolístico exhibido por ambos, la rivalidad ha llegado a límites cada vez más competitivos. Si en algo están de acuerdo Guardiola y Mourinho, es en su espíritu competitivo y en su deseo de ganar.

Quiero hablaros aquí sobre la competición que se establece en el mundo del deporte, perfectamente aplicable a la competición de mayor o menor grado que puede darse en cualquier tipo de relación humana. A mi modo de ver, existen dos formas de competir: una sana, y otra dañina. La competición sana empieza en uno mismo. No se compara con nadie, más bien adopta modelos de otros que lo hacen tan bien como a mí me gustaría hacerlo. Desde ese lugar integra esos modelos para espejarse en ellos y desplegar las capacidades propias hasta llevarlas al límite. Con tiempo, calma, humildad, disfrute y dedicación, se van ensanchando los límites de lo que soy capaz, sin hacerme daño a mí mismo y sin hacerle daño a otros. Desde ahí se compite limpiamente con otros para comprobar quién es mejor. Cada uno hace lo que sabe lo mejor que sabe, aportando a su equipo lo mejor de sí mismo. Todo ello desde el respeto y la consideración hacia el contrario y hacia las reglas del juego. El fin no justifica los medios. La competición dañina en cambio, se inicia desde la base de fijarme en aquellos que lo hacen mejor que yo, para dañarlos si es necesario y ganarles como sea. Quien así compite, quiere ganar a toda costa, respetando o no las reglas del juego, jugando sucio si hace falta, engañando, mintiendo, burlándose del otro, y machacándolo si puede. Otro de sus ingredientes principales es que rara vez asume la responsabilidad sobre sus actos, más bien se dedica a “echar balones fuera” y culpar a quien sea por no haber ganado. El fin justifica los medios.

Si quisiéramos saber y comprender las raíces del porqué uno se construye dentro de un tipo de competición u otra, deberíamos ir una vez más, a la experiencia que cada cual ha vivido en su propia historia en el núcleo familiar. Para no irnos del tema que aquí tratamos, no entraré en ello. Sólo decir que desde las experiencias de relación que básicamente tenemos registradas con nuestro padre en el caso del hombre, y con nuestra madre en el caso de la mujer, vamos construyendo de una manera u otra nuestra forma de colaborar y/o competir. Si de alguna manera podemos colaborar, no competimos. Si hacemos un símil, en el trabajo por ejemplo, quien representa a las figuras paterna o materna son nuestro jefe o jefa. En el fútbol, ¿cuál es la figura que representa a nuestro padre? Sin duda, el entrenador. Símbolo de autoridad, poder de decisión y máximo responsable en el momento de situar los límites entre lo que está bien y lo que está mal. La misma función ostenta la figura del árbitro cuando trata de ser justo entre dos equipos que se enfrentan entre sí. El entrenador se convierte en el modelo a seguir, para los jugadores y para los aficionados. El árbitro puede convertirse en el enemigo externo contra quien volcar todos nuestros males, arrastrando con ello a los propios jugadores y a los aficionados hacia una espiral perversa y destructiva que pone en peligro la integridad de las personas. Es más que evidente la distancia que separa la propuesta del F.C. Barcelona de Pep Guardiola y la del Real Madrid de José Mourinho, cada uno que extraiga sus propias conclusiones. El árbitro se equivoca, evidentemente. Los entrenadores se equivocan, evidentemente. Los jugadores también se equivocan, evidentemente. El error forma parte del juego y de la vida, y no debiera servirnos de excusa para eludir nuestras verdaderas responsabilidades. Para saber ganar, hay que aprender a perder.

Más allá de los colores, situémonos en los ojos de un niño, del niño que nosotros fuimos un día. Tratemos de ver a través de sus ojos las conductas que observa en los adultos... ¿cómo se comportan Guardiola y Mourinho cuando no pueden conseguir su objetivo que es ganar?, ¿cómo se comportan sus jugadores cuando no ganan?, ¿cómo se comportan los padres que acompañan a sus hijos a los campos de fútbol?. A mi modo de entender, me parece más que importante la labor de situar los límites claros a todo aquel que tanto dentro del mundo del deporte como fuera de él, no sepa donde están. Si como niño no he aprendido a respetar los límites a todos los niveles, difícilmente los podré respetar o hacer respetar cuando sea adulto. Quede claro que los límites no se hacen respetar con violencia ni desde el autoritarismo, desde ahí vendrán los excesos. Como niños necesitamos límites claros, constructivos y humanos que se establezcan desde la relación, que permitan ser integrados y comprendidos por nuestro bien y por el de los otros. Desde los estamentos sociales encargados de impartir justicia, no se pueden permitir actos violentos y destructivos, ni en el mundo del deporte ni fuera de él. Las reglas del juego están para cumplirlas, los límites son necesarios y deberían ser respetados por todos. Cuando no es así, es una responsabilidad social el denunciarlo y dar una respuesta clara y firme, si no queremos convertirnos en cómplices de una forma de funcionar claramente dañina y perversa que nos afecta a todos.

A estas alturas, si observamos algunas conductas que se dan en el mundo del deporte, sería bueno que entre todos y todas tomáramos conciencia del sentido y el significado esencial de la competición y el deporte. Si así lo hiciéramos, estaríamos a tiempo de prevenir el hecho de que se desvirtúen, se contaminen y se perviertan. El lema de la Barcelona World Race de Vela del 2010, textualmente decía: “Nuestro rival es fuerte, nuestro amor por él lo es aún más”. Desde ahí se establece la verdadera competición, desde el respeto profundo hacia el otro y hacia las reglas del juego. A pesar de que estamos compitiendo, el otro y los otros son personas como yo, y aunque no llegue a amarlas porque no las conozco, por lo menos se merecen todo mi respeto y consideración. Las personas están por encima y por delante, del ganar a toda costa.

* Psicoterapeuta corporal