CICLISMO

El milagro del keniano Froome

Chris Froome asegura que una de sus principales virtudes es la de “aprender rápido y progresar un poco más cada año”. Con el tercer Tour en el bolsillo, ya piensa en Düsseldorf, punto de partida de la edición del 2017

Froome, en pleno descenso

Froome, en pleno descenso / sport

Agustí Bernaus

¿Cómo un afable ciclista de Kenia sin pedigrí y con un feo estilo sobre una bicicleta se ha transformado en uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos? La pregunta es de Paul Kimmage, excorredor profesional reconvertido a periodista y con unos cuantos desencuentros con Lance Armstrong en su palmarés. La respuesta es poliédrica. Chris Froome creció en Kenia al lado de David Kinjah, uno de los ciclistas más extremos del continente, que solo el año pasado recorrió los 10. 643 km que separan El Cairo y Ciudad del Cabo con temperaturas de 50º.  Kinjah comenzó a entrenar a Froome en Nairobi cuando este tenía 13 años. Formaba parte de un ambicioso proyecto para descubrir jóvenes talentos que Kinjah bautizó como ‘Safari Simbaz’.     

Cuenta Colyn Henris en RCUK que el keniano de color le enseñó a sufrir de verdad y con él aprendió a escalar las primeras montañas.

 De la misma forma que aparecieron fondistas como Wilson Kipsang o Florence Kiplagat salió Froome, con un ‘hierro viejo’ a modo de bicicleta entre las piernas, que destacaba por su determinación y carácter. Anécdotas como tener que correr más que un hipopótamo para subirse a un árbol o la enfermedad que contrajo, la bilharzia, un parásito que le restaba glóbulos rojos marcaron la juventud del ‘keniano blanco’, que además sufría episodios periódicos de asma. Precisamente la enfermedad asociada a la sangre  es la que ha suscitado más debates a partir de su primera victoria en el Tour 2013.    

Ciclista del montón

Froome logró hacerse profesional en el 2007 con el Konica Minolta, un equipo sudafricano continental más que mediocre. Ninguno de sus compañeros destacó. El ciclista Robert Hunter, de Barloworld, con quien solía entrenar, recomendó su fichaje. Adquirió la nacionalidad británica y corrió dos años con aquella formación que gestionó Claudio Corti y que salió del ciclismo de mala manera después de varios escándalos de dopaje.  

Gregario de Wiggins En el 2010 fichó por Sky. Dave Braildsford ya estaba trabajando en un monumental y millonario proyecto para ganar el  Tour de Francia. Aquel año Froome, dicen que enfermó, fue expulsado del Giro por subir el Mortirolo agarrado a un coche.  Su nombre comenzó a sonar como gregario de Bradley Wiggins en la Vuelta a España 2011, donde terminó segundo a 13” de Cobo cuando podía haber logrado la victoria si no se hubiera sacrificado por su líder.

Al año siguiente hizo de Wouter Poels para Wiggins en el Tour. Se convirtió en una muleta de lujo, tirando del expersecucionista en cada puerto. No hay ni una imagen en la que Froome no aparece al lado de ‘Wiggo’  en cada cuesta. Braildsford ya había escrito el guión y Froome tuvo que interpretarlo. Posiblemente Tim Kerrison, el preparador de ambos, podría explicar que las prestaciones físicas del ‘keniano’ eran superiores a las de Wiggins. Froome tuvo que esperar al 2013 para cumplir su sueño. En París, con el tercer Tour en el bolsillo, explicaba que “cada año progreso físicamente , pero también aprendo. En cada edición leo mejor la carrera”. El Tour 2017 sale de Düsseldorf y Froome irá a por el cuarto.