Venció con autoridad en el Mont Ventoux

Froome, como Armstrong

El ciclista británico Chris Froome tiene muchas cosas en común con Lance Armstrong. Muchas buenas, pero otras también preocupantes

EFE

El "molinillo" de Chris Froome, esa manera de acelerar en montaña sin levantarse del sillín de la bicicleta, con un desarrollo muy bajo, recuerda a Lance Armstrong. Y no es la única coincidencia entre ambos. El británico del Sky usó esa forma de pedalear para acabar con sus rivales principales y asentar un nuevo golpe al Tour de Francia, el tercero desde que se inició la centésima edición y que le deja un colchón superior a los 4 minutos en la general.

Cuando Froome se encontraba mano a mano con el colombiano Nairo Quintana, el único que pudo aguantar su ritmo de subida, Armstrong envió un "tweet" revelador: "Hey, Froome, nada de regalos en el Ventoux". El estadounidense no ganó en la cima mítica del "monte pelado" en 2000 porque, cuando llegó acompañado del italiano Marco Pantani, le cedió la victoria de etapa. Y parece arrepentirse.

Froome no ha hecho lo mismo con Quintana. El colombiano no ha podido seguir la rueda del británico, que entró solo en la meta, vestido de amarillo, como en 1970 el belga Eddy Merckx, espectador de la etapa en un coche oficial.

Al igual que el "caníbal", Froome precisó de oxígeno para recuperar el aliento tras el enorme esfuerzo efectuado a 1.912 metros de altura.

Bajo la sombra de la sospecha

Su subida fue rápida. Más que la que hicieron Armstrong y Pantani hace 12 años. Dos ciclistas que el tiempo demostró que venían impulsados por productos prohibidos. Incluso algunos observadores apuntan que durante unos kilómetros el británico se retuvo, guardó algo de fuerzas quizá para no explotar los cronómetros y calmar las sospechas de dopaje que pesan sobre su equipo.

Froome no tuerce el rostro cuando le preguntan por las dudas que rodean al equipo, cuando le comparan con un "apestado" del ciclismo como Armstrong. "Para mí es un cumplido", respondió el británico cuando le pidieron su opinión sobre la comparación entre su forma de pedalear y la del dopado confeso.

Tampoco pierde la calma cuando le dicen que su equipo se parece al US Postal del estadounidense, por la forma en la que domina el pelotón. O cuando se ponen de manifiesto las sombras que rodean sus preparaciones en altura, generalmente en Tenerife.

Nada le perturba. Como nada hizo cambiar durante años el rostro impasible de Armstrong, hasta que el edificio que había construido y sobre el que se habían asentado sus siete triunfos en el Tour de derrumbó a base de delaciones.

Menos amable se mostró su director, Dave Brailsford, que despachó el tema algo airado: "No hace ni diez minutos que acaba de darnos una gran alegría y ya me estáis preguntando por eso. Os garantizo que en los próximos días responderé a todas vuestras preguntas sobre ese tema".

Froome rueda a ritmos de Armstrong. Los aficionados a medir la potencia detectaron que en la subida a la cumbre pirenaica de Ax 3 Domaines, donde logró su primer triunfo y se vistió de amarillo hace ahora una semana, generó casi tantos vatios como el tejano.

El ciclista del Sky rueda al nivel de un dopado confeso que nunca fue controlado positivo y que siempre dijo ser un adalid del combate contra el dopaje. El británico también sostiene ese discurso. Asegura que el ciclismo ha cambiado y que, si bien es cierto que en el pasado fue un deporte de tramposos, la nueva generación lo ha limpiado. "Me he marcado como meta eliminar sospechas sobre el dopaje", asegura el británico nacido en Nairobi.

Por el momento, su labor parece en vano y sus gestas, deportivamente intachables, recuerdan a ese pasado que se ha propuesto borrar.