Y Valdés se fue

HACE MÁS DE UN AÑO que Víctor Valdés, el portero de las seis copas, el campeón del mundo, el que hacía poco que había hecho público que dejaba el club, se lesionaba en un partido de Liga contra el Celta de Vigo. El aficionado, que no había entendido el porqué de una decisión tan inusual, se lamentó de su anunciado adiós en una tambaleante temporada en la que la Liga se dirimió en la última jornada, en casa, contra el Atlético de Madrid. El Barça cayó aquel día con más pena que gloria, ante una afición con ganas de girar página a la era de un Tata que también se iba a despedir. 

En esto del fútbol es difícil de entender que un jugador que milita en uno de los mejores equipos del mundo, que es titular indiscutible y querido por su afición quiera marcharse. Pero según dicen, Valdés es un jugador peculiar que quiso irse a la francesa sin decir adiós a la afición, e incluso a varios de sus compañeros.

Después, la preocupación del socio estuvo en suponer que no se encontraría un sustituto del nivel que exige la portería del Barça. Un reservado Zubizarreta daba pocas pistas del que decían sería el fichado, un desconocido Ter Stegen. El pesimista culé se esperaba lo peor. Luego, llegó Luis Enrique y pidió a Claudio Bravo, un buen portero por el que sin embargo nadie suplicaba el fichaje. Y miren ustedes por dónde, nadie se pregunta ahora por aquel canterano de raza que se fue sin decir ni adiós; ya nadie se acuerda de su ausencia. Con lo fácil que parecía equivocarse a la hora de sustituirle y resulta que la dirección deportiva acertó de pleno con dos porterazos que serán para mucho tiempo. 

A Víctor Valdés hay que agradecerle su entrega y su contribución a los éxitos; pero, todo hay que decirlo, le faltó mucho tacto en su salida. Aun y así, le deseamos lo mejor.