Mayweather junior y McGregor escenificaron el "fiasco" anticipado

Agustí Bernaus

Agustí Bernaus

No era una cuestión de prestigio, sino de dinero. Una operación comercial de ámbito universal. El combate del siglo en el T-Mobile de Las Vegas entre el excampeón del mundo de boxeo, Floyd Mayweather, y el luchador de artes marciales mixtas, el irlandés Connor McGregor acabó sin sorpresas en el décimo asalto cuando el árbitro, Robert Bird, detuvo el combate después de que el púgil estadounidense de 40 años, ya retirado, encadenara una serie de golpes que dejaron indefenso a su adversario.    

Un guión escrito

Bajo las reglas del boxeo, McGregor quedó atrapado en una obviedad. Su preparación física no va más allá de los tres asaltos intensos que ejecuta como luchador en sus combates. 

Mayweather se limitó a esperar.  Dejo que su rival lanzara golpes, fuera de tiempo y de distancia. Cuando se hubo agotado y bajó la guardia comenzó la ejecución del que fuera uno de los mejores púgiles de todos los tiempos mientras McGregor utilizaba  todos sus recursos, la mayoría marrulleros e ilegales para sobrevivir a los 170 golpes que encajó.  

No hubo pelea del siglo. Ni tan siquiera exhibicion de un boxeador ante un ‘sparring’. El combate se convirtió en una farsa dando la razón a quienes clamaban al cielo porque la Comisión Atlética de Nevada había dado luz verde a un espectáculo que ni tan siquiera llenó el recinto.

McGregor, con el fin de proteger su imagen declaró para sus incondicionales que “el árbitro se precipitó al detener la pelea”, sin ser consciente de que en realidad le estaba protegiendo físicamente para evitar daños irreparables.        

El desastre

Para Mayweather, “una victoria es una victoria”, ni que sea sobre un pobre exaprendiz de fontanero. Si esto es así, en el recuento personal, el púgil quer no volverá a ponerse unos guantes logró el triunfo número 50 de su carrera, con 27 nocáuts y ninguna derrota, superando la legendaria marca de Rocky Marciano (49.-0) con  quien estaba empatado.

La única justificación de este espectáculo,  que ya tuvo un lamentable precedente con Muhammad Ali y el luchador japonés Inoki, es de tipo económico. Ambos púgiles tenían asegurada una bolsa mínima de 100 millones de dólares, además de un porcentaje sobre los derechos de televisión de pago de un combate retransmitido a 225 países.  En determinados medios calculan que la recaudación global podría llegar a los 1.000 millones de dólares. 

Pero este negocio ha provocado paralemente un desastre económico en otros sectores. Este fin de semana, la cartelera de cines en Estados Unidos no ha ofrecido ningún estreno conscientes de que las salas iban a estar vacías. Las películas de pago por televisión también cayeron en ‘picado’. En Texas, entre el Huracán Harvey y el combate de Las Vegas, consiguieron cerrar la mayoría de salas de teatro. ¿Para quién ha sido pues el negocio?