La eterna aventura de 'Tintín'

Koeman, ¿la vuelta del hijo pródigo?

Koeman, ¿la vuelta del hijo pródigo? / Perform

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Fue él. Con Ronald Koeman (57 años, Zaandam) empezó todo. Ocurrió muy rápido.  Apuntó, disparó y marcó. A 108 kilómetros por hora y en menos de un segundo. En los ojos de Vialli, tapados por una toalla blanca, solo hubo oscuridad. En los de Pagliuca, la luz cegadora de un obús. Y en los de la afición del Barça un mar de lágrimas de alegría como solo ocurre las primeras veces. Pura emoción y un desparrame enorme.

Por los postes contra el Benfica de 1961. Por la herida eterna de Sevilla frente al Steaua de 1986. Y por el recuerdo de aquellos culés que tanto habían sufrido, y ya no estaban, para poder disfrutar de Wembley. La hija de Cruyff, Susila, tiene grabada la imagen de su padre, saltando la valla con el gol de Koeman en el minuto 111. “Toca Stoichkov, para Bakero y Koeman...gol!”

Así llegó la primera Copa de Europa de la historia del Barça, el año 1992, cuando una generación entera pensaba ya que no lo vería nunca. Ocurrió el año de “Á la ville de...”. Un verano que fue una explosión de euforia y que inclinó Barcelona al mar. La ciudad presumió de Juegos y equipo. El mismo verano que el ‘Dream Team’ original, con Jordan y compañía, paseaba por Barcelona, el Barça de Cruyff le dio otra dimensión al club con la anhelada Copa de Europa. 

Luego se popularizaría la famosa frase de Johan de “salid y disfrutad’, pero durante el partido de Wembley no disfrutó ni Dios. Aquello fue un sufrimiento absoluto hasta el gol de Koeman. Incluso después del gol, con unos minutos que se hicieron eternos.  El tanto histórico lo marcó un defensa holandés que nunca se sintió defensa.

“No voy a Italia porque no soy un defensa”, llegó a decir. El mismo que logró lo imposible: hacer cambiar de opinión al Camp Nou. Estadio que lo puso a prueba a base de runrún, cada vez que tocaba el balón. Porque sí, Koeman fue un jugador muy criticado, a menudo ridiculizado, en sus inicios en el Barça. Pronto se le llamó Copito por su físico, de cadera ancha y por su falta de cintura. Koeman tenía aspecto de turista holandés en Calella. Y tuvo que ir adaptándose a la posición de central a pesar de sentirse mediocentro.  

También se le señaló como uno de los culpables del final de Milla. El debate duró meses y era habitual que saliera en la foto de los goles de los rivales del Barça. Nada raro porque Cruyff lo puso en primera línea de fuego. Ser el último hombre de ese Barça  de los tres defensas era una profesión de riesgo. Pero ahí lo quería Johan para ser el primer pase. El principio de todo.

Condiciones no le faltaban para ello: no se ha vuelto a ver en el Camp Nou un central con su tacto y precisión para el desplazamiento en largo. Tampoco un defensa con su habilidad para las jugadas a balón parado.

Las faltas de Koeman tenían su propia liturgia en el Camp Nou. Antes de que disparara, se hacía el silencio y  él seguía su propia rutina. Primero se acomodaba las medias y luego daba tres zancadas. Los porteros rivales sabían que aquello tenía muchas opciones de acabar mal para su intereses. Y algo parecido ocurría con los penaltis, donde era un especialista. 

El defensa de los 1.000 millones (de pesetas) era además un tipo de sangre fría con estrella para los grandes momentos.También un jugador de club. A diferencia de Laudrup, Stoichkov  o Romario apenas tuvo encontronazos públicos con Johan o el club. Fue así como se ganó la fama de ángel de la guarda del ‘Dream Team’.