El frustrado fichaje de Walter Machado da Silva por el Barça

¡Por favor, que Luis Suárez no acabe de chófer!

La absurda decisión de la FIFA, prohibiendo la presentación de Luis Suárez como flamante jugador del Barça, evoca una surrealista situción vivida por el club en los años sesenta del siglo XX

JUAN MANUEL DÍAZ

La actitud de la FIFA en el caso de Luis Suárez está siendo tan radical, tan ridículamente contundente que, revisado el caso con un punto de ironía, da miedo pensar que se pueda repetir, vagamente, la histriónica situación vivida a mediados de los años sesenta con el presidente del Barça Enric Llaudet y el delantero brasileño Walter Machado da Silva como protagonistas.

No, Luis Suárez no acabará de chófer. Josep Maria Bartomeu nunca sería tan 'echao p'alente' como Enric Llaudet ni así de ultramontano. Y el castigo de 9 partidos y cuatro meses no es una Ley de cierre de fronteras. Pero no poder presentar a un futbolista cuyo traspaso entre clubs está permitido por la propia FIFA...

Vaya por delante que la acción de Luis Suárez es reprobable, vestido de celeste, de 'red' o de blaugrana. Y punible. Sin embargo, resulta exagerado que la FIFA, más allá de los 9 partidos y 4 meses de sanción, no permita al uruguayo entrenarse con el Barça e incluso impida al club presentarlo como flamante fichaje hasta que cumpla el castigo.

Pero, con independencia de que el Barça y el futbolista siguen adelante con sus alegaciones ante el TAS, la situación a día de hoy es que Luis Suárez no puede llevar a cabo actividad alguna relacionada con el fútbol. Algo que incluso su 'víctima' Giorgio Chiellini considera desmesurado.

POR SUERTE, NADA QUE VER

En fin, una situación absurda aunque no tan surrealista como la que sucedió entre el verano de 1966 y el de 1967. Presidía el Barça desde el 21 de febrero de 1961 el industrial del textil Enric Llaudet i Ponsa (Barcelona, 25-9-1916 a 15-8-2003). Era aquel un Barça endeudado por las secuelas de la construcción del Camp Nou y que desde la llegada de don Enric solo había ganado una Copa y una Copa de Ferias y que ansiaba reverdecer laureles.

Al fin, tras años de espera, el gobierno del general Francisco Franco permitió la recalificación de los terrenos del antiguo campo de Les Corts que permitió al club ingresar 226 millones de la época (unos 1,36 millones de euros actuales) y ponerse al día de las deudas. El siguiente paso era reforzar la plantilla.

La prohibición gubernamental desde principios de los años sesenta del siglo XX, a través de la Delegación Nacional de Deportes, para contratar futbolistas extranjeros limitaba la capacidad de acción de los clubs españoles, así que Enric Llaudet decidió forzar la situación.

Se acababa de disputar el Mundial de Inglaterra 1966 y Llaudet apostó fuerte: negoció la contratación del delantero de la selección brasileña y del Flamengo Walter Machado da Silva, confiando que llegaría la derogación de la prohibición.

Lógicamente, cuando se anunció esta contratación, le recordaron que la prohibición estaba vigente y que el Barça no podría alinear en competición a Machado da Silva. Llaudet, seguro de sí mismo, recurrió a la ironía, afirmando que "pues si no puede jugar, será mi chófer. Siempre he querido tener un chófer negro".

HASTA EL FONDO

La metedura de pata fue colosal a todos los niveles. En primer lugar, porque tuvo que matizar sus palabras ante el gobierno franquista, asegurando que el Barça nunca había querido saltarse la norma y que Machado da Silva llegaba en principio para jugar partidos amistosos uinternacionales. Y lógicamente, porque incluso en aquella época de dictadura su comentario sonó prepotente, clasista y racista. "Cuando venga Silva, seré yo quien gustosamente haga de chófer suyo", matizó. Pero el daño ya estaba hecho. Y, para colmo, la prohibición de fichar futbolistas extranjeros no se derogaría hasta la campaña 1973-74. En parte, forzada por el fenómeno de los 'oriundos'. Pero esa es otra historia...

En fin, que el Barça compró su traspaso por 12 millones de pesetas de entonces (72.000 euros) en diciembre de 1966 y acabó vendiendo los derechos federativos, de nuevo al Flamengo, por 7 millones de pesetas. Y, por supuesto, el brasileño no jugó un solo partido oficial con el Barça.

Han pasado 47 años y los tiempos son diferentes y las personas, también. Pero por absurda y exagerada, es inevitable que algunos más veteranos se acuerden de una situación que llegó al límite del esperpento.

En este vido, el propio Enric Llaudet habla del sucesoen una intervención en la televisión pública española: