LA VIDA DE NEYMAR - CAPÍTULO 2

Neymar, un crack por generación espontánea

Desde que empezó en el futbol sala a los 6 años, Neymar no dejó indiferente a quien lo vio jugar

Joaquim Piera

Siempre marcó las diferencias allí por donde pasó, a pesar de encontrarse con rivales que le ganaban en peso, altura y edad. Pero su talento no pasó desapercibido al Santos FC, que lo acabaría fichando en 2003 con 11 años. Neymar siempre fue Neymar. Jugó siempre igual: desde sus inicios en el fútbol sala, a los 6 años, en el Tumiaru, de la ciudad de Sao Vicente, hasta explotar en el primer equipo en 2010, con 18 y entrar en la agenda de todos los grandes de Europa. “Nadie puede atribuirse su paternidad, porque su talento es innato, quien diga que le enseñó a driblar miente” coinciden a señalar a SPORT cuatro de los técnicos que tuvo en las categorías de base.

Su habilidad extrema fue siempre su marca registrada. Brilló y dejó boquiabierto a compañeros y rivales, en todos los equipos dónde jugó, antes de recalar, en el Santos. El hashtag #OusadiaeAlegria que usa Neymar en su Twitter fue su seña de identidad a lo largo de su carrera.

Nació en Mogi das Cruzes, vivió en Leme y Várzea Grande (Mato Grosso). Una vez que su padre cerró la etapa de futbolista profesional volvió, junto a su familia, a la 'Baixada Santista¿ (la región de Santos) y allí se estableció definitivamente: primero en Sao Vicente, en casa de su abuela materna, y una vez nació Rafaella, la hermana de Neymar, en Praia Grande.

Como es habitual en Brasil, empezó con el fútbol sala. Fue en el Tumiaru, de la mano de Betinho, su descubridor futbolístico, y de allí ya pasó a defender entidades de la ciudad de Santos: como la Portuguesa Santista, el Gremetal (club del sindicato de metalúrgicos), otra vez la Portuguesa Santista... Y finalmente apareció en escena el Santos FC, donde entró en 2003, a través también del fútbol sala.

“Neymar estaba viciado por el balón, pocas veces vi a un chico con tantas ganas de jugar como él”, explica Darlan Sant'Ana, su técnico en el Colegio Lupe Picasso. Siempre que había la posibilidad de jugar una pachanga, un torneo de barrio, escolar, regional... allí estaba Neymar, compaginando partidos con equipos diferentes. Su vida era esférica. “Llegué a tener casi 50 pelotas en casa”, recuerda.

Su calidad, por encima de la media, hizo que fuera el mejor en todos los equipos por donde pasó, situación que vivía con absoluta normalidad. Se hinchó de ganar torneos locales y regionales. Poco le importaba que jugase contra jugadores uno, dos o tres años mayores que él, que apelasen, a menudo, a la deslealtad y la violencia para pararlo. No se inmutaba. Él iba a lo suyo. “Cuando entraba en la pista se transformaba, no le afectaba nada”, recuerda Alcides Magri, su entrenador en el Gremetal.

Estaba cantado que Neymar acabaría siendo pescado por las redes del Santos FC, el gran club que concentra los grandes talentos de la región. Zito, excapitán en la época de Pelé y por entonces encargado de reclutar jugadores para la base, dio el visto bueno a su fichaje en 2003, en el primer partido que le vio jugar. Su palabra iba a misa y el entonces presidente, Marcelo Teixeira, le firmó su primer contrato. Empezaba, allí, una carrera meteórica, del mayor ídolo del club en la era post Pelé. Ya en el 'Peixe', siempre estuvo una categoría por encima, y tras haber pasado por la Copa Sao Paulo de Juniors de forma fugaz, en 2009 ya era jugador del primer equipo a todos los efectos.