Michael Robinson: "Soy mucho más solitario de lo que la gente se imagina"

Michael Robinson, en la imagen, en plena Diagonal de Barcelona, posa para SPORT

Michael Robinson, en la imagen, en plena Diagonal de Barcelona, posa para SPORT / MARC CASANOVAS

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Con 22 años decía que del fútbol solo le interesaba jugarlo. Es curioso que justamente haya  terminado dedicándose a hablar de él…

[Se lo piensa]. En aquellos años yo venía de ser el fichaje más caro del mundo en el City y estaba intoxicado de fútbol. Me interesaba muy poco lo que podían decir los diarios sensacionalistas y, francamente, me la sudaban las noticias del día a día de los futbolistas. Un excompañero de vestuario me dijo hace un año que yo era el futbolista más raro que había conocido, porque era el único que compraba periódicos que tienes que doblar. Mi biblia era The Guardian. Fíjate que luego, cuando empecé, El Día Después era más bien una radiografía social. El fútbol solo era un pretexto. Nosotros éramos unos voyeurs viendo el comportamiento y las pequeñas historias que arroja el fútbol, que podía ser perfectamente un portero que ha colado a su nieto para ver el Depor. 

Hay un parte de su libro, ‘Es lo que hay... Mis treinta años en España’, en la que se pregunta quién es Michael Robinson. ¿Ha encontrado respuestas?

Lo que te puedo decir es que durante los meses que hacíamos el libro no lo sabía. Incluso, cuando preguntaba a gente cercana a mí, no había una sola coincidencia [risas]. Así que debo ser alguien intensamente disperso o anodino para que realmente no me vean un rasgo predeterminado.

En este mismo capítulo se habla de sus sesiones en el diván… ¿Por qué sintió esa necesidad?

[Se lo piensa]. Una persona me dijo que yo podía tener problemas por no haber tenido juventud. Yo fui un futbolista profesional desde los siete años cuando aparentemente destacaba. Y mi padre me empujaba hacia aquello. Entonces ir al fútbol a disfrutar, meramente, yo nunca lo he hecho. Desde el primer día, con siete años en la escuela primaria hasta que me retiré, no creo que haya jugado a fútbol por puro placer. 

¿Nunca disfrutó de la experiencia?

Disfruté compartiendo vestuario. Disfruté mucho entrando en un estadio con mariposas en mi vientre. El fútbol me enseñó a poder navegar entre esos dos grandes impostores que son el fracaso y el éxito. A intentar tratarles con la misma indiferencia. Disfruté jugando al fútbol, pero siempre hubo un motivo extra. La obsesión de intentar triunfar. Importaba el resultado. Yo tenía algún problema porque yo no quería ganar a toda costa. Para mí era una derrota en sí. Si me pides que haga algo más que no sea darlo todo, no está dentro de mí. 

Otra confesión que aparece en el libro es su tendencia a buscar momentos de soledad...

Soy mucho más solitario de lo que la gente se imagina. Julio Maldonado [Maldini] a veces bromea con eso y me dice: ‘Me voy a hacer un Robin’.

¿Cómo dice?

Sí. Hacer un Robin es entrar en un hotel, cerrar la puerta y no salir hasta que el chófer me lleva al estadio y luego encerrarse otra vez. Hay momentos que en mi casa saben que no hay que hablar con papá. Ahora que tengo una nueva rodilla camino y son momentos de estar solo. Me gusta que no me hablen. 

Pero le toca vivir con lo contrario.... 

Sí, claro. Si entro en un taxi, me habla el taxista, en el restaurante me hablan, cuando tomo un café, me hablan. Todo el mundo tiene una posición sobre de qué equipo soy y cómo soy. Pero este agobio me parece muy poco peaje por el privilegio que es invadirles su salón de estar y su vida.

¿Qué equipo le ha impactado más desde que sigue el fútbol español?

El Dream Team me parece que es la semilla de un paso gigantesco en la historia del fútbol. Creo que devolvió el balón al fútbol. A grandes rasgos el fútbol era un ejerció atlético.Yo, por ejemplo, era un atleta que se había comprado unas botas de fútbol. En mi época Xavi, Iniesta y Messi eran llaveros. Con Cruyff y Pep nadie es demasiado bajito para jugar al fútbol. Por lo tanto, pasa de ser algo exclusivo a ser inclusivo. Algo mucho más artesanal. 

¿Se puede jugar bien y jugar feo?

Yo no entiendo mucho de artistas como Picasso o Bansky, pero al final es cuestión de gustos. Por ejemplo, a mí no me gustan los equipos de Mourinho pero no quiere decir que no juegan bien. Tuve esta conversación con un taxista del Atlético sobre el contragolpe. Pero el fútbol es más artesanal a día de hoy. El catenaccio pertenece a la historia del fútbol, pero no es buena idea en el fútbol de hoy.

¿No lo es?

Antes era más fácil regalar el balón, ahora te golean. Claro que hay equipos como el Inter de Mou que lograron su propósito en el Camp Nou, pero muchos otros equipos lo intentaron sin resultados. Nunca hubo una forma contrastada. ¿Ha funcionado el catenaccio si el portero ha hecho 28 paradas? Pues no, mire, el que lo ha hecho de puta madre es el portero [Rompe a carcajadas].