La entrevista

Manuel Castells: "El Barça era como el estado griego del deporte, una ruina económica"

El club y su modelo de éxito trasciende fronteras. El Barça de los Messi y Guardiola es un reclamo mundial

Javier Giraldo

Fue uno de los pioneros del concepto `sociedad de la información¿. El sociólogo Manuel Castells (Hellín, Albacete, 1942), profesor emérito de Sociología de la Universidad de California y de la Universitat Oberta de Catalunya, catedrático de Berkeley, compagina sus investigaciones con una incurable pasión por el fútbol, y por el Barça. Para entender la verdadera dimensión social del equipo blaugrana, nada mejor que consultar la opinión de uno de los sociólogos más reputados del mundo.

¿Afirmar que el Barça es un fenómeno social es muy atrevido?

En absoluto. En Estados Unidos, donde el fútbol no tiene tirón, muchos amigos me preguntan por el Barça. Su éxito se basa en varios factores: es un equipo hecho en casa, capaz de crear sus propios jugadores, con un espíritu cooperativo, que rompe las reglas del mercado porque demuestra que se puede ganar sin demasiado dinero. Además, pertenece a sus socios, algo que en otros países es un reclamo y que acerca al club a la sociedad civil. Y también es una seña de identidad de Catalunya. Cuando gana el Barça, gana Catalunya, hay gente que identifica Catalunya con el Barça, pero a la vez, es el club más popular de España.

¿Y Messi?

Messi es como los `hackers¿ que inventaron Internet. Ojo, no los `crackers¿, que son los que contaminan la red o propagan virus. Los hackers, en un principio, tenían ese sentido positivo de innovación y creatividad, los que trabajaban por la pasión de crear algo nuevo, motivados por la pura pasión de crear. Messi tiene esa pasión de los creadores: le importa el fútbol, nada más, como a aquellos escritores o músicos que solo les importaba crear, más allá del dinero. Si Messi no jugara al fútbol, se desesperaría. Lo suyo contrasta con Cristiano porque a Cristiano le interesan otras cosas, que probablemente pasen por alimentar su ego, y eso genera un mundo dicotómico, dos galaxias futbolísticas.

¿El talento de Messi se puede echar a perder por la fama?

Diría que no: por familia y valores. Su caso no tiene nada que ver con el de Ronaldinho. Hay cosas que no se aprenden, y la modestia y la humildad, en Messi, vienen de serie. Messi es una coincidencia histórica increíble.

Usted apoyó a Sandro Rosell en 2010. ¿Qué le parece su gestión?

Ha hecho tonterías, como pronosticar un 5-0 ante el Madrid, pero le ha tocado tomar decisiones duras, como la publicidad en la camiseta. Pero cuando llegó, se encontró un agujero económico considerable, con 400 millones de déficit. El club era una ruina y Rosell ha dado prioridad a sanearlo financieramente, aunque probablemente se ha equivocado al rebajar la importancia de las secciones. El béisbol, por ejemplo, no costaba tanto. Algunos recortes han sido justificables y otros no. El Barça era como el estado griego del deporte, una ruina económica.

¿Qué pasará cuándo el Barça deje de ganar?

De momento, es un extraordinario colchón de aguante para la gente, para la sociedad actual. El fútbol en general, y el Barça en particular, supone una oportunidad extraordinaria para que la gente se reinvente emocionalmente. Permite sufrir sin riesgo. La gente tiene necesidad de vivir emociones, no ya de entretenerse, sino de ilusionarse, y el Barça lo permite a un coste muy bajo. El día que el Barça empiece a perder tendremos un problema.

Para entonces, Guardiola quizá ya no sea el entrenador. ¿Cómo responderá la afición el día que anuncie que deja el club?

Guardiola es más que un entrenador. Se ha convertido en una personalidad pública y la gente se identifica con él porque le ven como alguien en quien se puede confiar. Ofrece la imagen de una persona honesta, no tanto por ganar sino por cómo se comporta. Eso es como agua fresca, por eso me atrevería a decir que cuando se vaya, será como una catástrofe nacional porque Catalunya se quedaría sin uno de sus símbolos de identidad. Si le diese por meterse en política, sería aspirante a la presidencia de la Generalitat aun sin un partido fuerte detrás.

¿Y qué imagen transmite el Real Madrid?

Es un drama faustiano. Florentino ya no podía soportar más perder y vendió su alma al diablo, en este caso, Mourinho. Florentino ha hecho el papel de Don Fausto, arriesgándose a perder su prestigio jugándoselo todo a una carta. El club está en riesgo de perder una cuota de aprecio y prestigio.