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Luis Enrique desconcierta a sus jugadores

"¿Pero qué hace? ¿Y ahora a qué jugamos?". Esa fue la reacción de un jugador a pie de campo cuando vio el último cambio ante el Málaga

Javier Miguel

El equipo ya estaba jugando con fuego cuando el técnico asturiano decidió poner más gasolina al incendio. Nadie entendió nada, ni en el campo, ni en el banquillo, ni en las gradas. El rostro de Piqué, desesperado, dirigiéndose al banquillo y pidiendo explicaciones era síntoma evidente del desconcierto que estaba sumido el equipo. Todas las indicaciones que había dado Luis Enrique durante el descanso -"hay que tener más paciencia, más circulación de balón, más fluidez y precisión, más control y abrir más por las bandas"- las dinamitó de un plumazo con el último cambio de Mascherano por Dani Alves.

La decisión de prescindir de Iniesta por Pedro ya creó un desequilibrio en el mediocampo -el primero fue Rakitic por Rafinha- al sacar del campo a un jugador que puede marcar el ritmo, aunque es cierto que esta temporada está teniendo muchos problemas por culpa de las inercias de juego, por otro que evidentemente el control y la pausa no es su principal virtud. Pedro jugó cinco minutos de interior para adelantar más tarde su posición al comprobar que su juego estaba siendo totalmente estéril en la medular. Y el remate definitivo fue la entrada de Mascherano, un jugador que puede dar intensidad y agresividad al juego pero nunca fluidez y circulación rápida. "Estuvimos veinticinco minutos sin jugar a nada", fue el lamento de un jugador tras la derrota en Málaga.

El vestuario además quiso quitar hierro al error de Alves. El problema radica, según nos aseguran, que en las jugadas de córner van a rematar los dos centrales y el último jugador de cierre suele ser Alves o Alba, dos jugadores que tienen velocidad pero no intuición táctica para ocupar esa posición en el campo.

Desgraciadamente, ayer Luis Enrique no habló con sus jugadores en el entrenamiento tras la derrota. No hubo ninguna arenga o una reacción del cuerpo técnico ante un partido que fue calificado en el vestuario como "un accidente". Por suerte, Messi está 'picado'. Mantiene su política de no agresión con el técnico -no se hablan-, pero un Leo herido en su orgullo es un arma de destrucción masiva.