Luces y sombras del proyecto de Luis Enrique

El Barcelona de Luis Enrique se busca, pero no se encuentra en un proceso de ensayo y error permanente. El resultado es un equipo mutable, camaleónico, imprevisible por lo general. Con picos de juego y con errores de bulto, a veces individuales, en ocasiones, estructurales. 

El técnico asturiano se aplica en las rotaciones y nadie puede acusarle de no intervenir. Su objetivo es mantener en tensión a toda la plantilla, fomentar una competencia feroz en pos del rendimiento colectivo. En su ideario destaca el análisis de los rivales. Así quedó claro en partidos como ante el Madrid y el PSG. Luis Enrique se ha mostrado como un técnico intervencionista, capaz de dar un giro al sistema y mover piezas para partidos determinados. 

UN SISTEMA FLEXIBLE

La llegada de Luis Enrique supuso algunos cambios estructurales en el equipo durante el arranque de temporada. El primero la posición de los laterales. Futbolistas como Alves y Jordi Alba avanzaban su posición y partían cerca de los interiores. El objetivo era dar amplitud al equipo a través de dos laterales ofensivos. Nada raro teniendo en cuento el segundo matiz que introdujo el técnico: los delanteros  pasaban a jugar más cerrados. En ese triángulo ofensivo, aún sin la figura de Suárez, Messi ocupaba la posición de mediapunta, y Neymar y Pedro jugaban por delante del argentino con mucha libertad, cerca del área, pero con posibilidades de caer en banda. 

Cuando el equipo atacaba, el Barcelona se desplegaba con un 3-4-1-2 (Con Busquets entre los dos centrales y los laterales siendo dos jugadores más del mediocampo). Los grandes sacrificados del sistema fueron los interiores, obligados a un papel más sacrificado para equilibrar la libertad de los laterales. 

Con todo, jugadores como Rakitic comenzaron la temporada a un gran nivel. Arriba Neymar fue el más beneficiado, más cerca del área, muy conectado a Messi, una amenaza goleadora constante. Otra de las buenas noticias fue la participación de jugadores como Munir y Sandro, que fueron protagonistas durante algunos partidos e incluso vieron portería. La irrupción de Luis Suárez supuso un punto y aparte en la temporada. El sistema de Luis Enrique parecía pensado para encajar a Suárez (se esperaba que ocupara la posición de Pedro) y se mantuviera la ubicación de los delanteros. Así ocurrió al principio (se pudo ver en el Bernabéu), pero el asturiano fue gestando un nuevo giro al plan tradicional con el objetivo de ubicar al uruguayo como nueve clásico. La posición tuvo un efecto dominó arriba. Messi pasaba a partir de la banda derecha como en sus inicios. Aunque a la práctica, pasado el primer cuarto de hora, el argentino se mueve con libertad, ya sea cerca del mediocampo o en los aledaños del área. También Neymar vio como debía volver a un escenario parecido al de la temporada pasada, cuando jugaba en la banda izquierda. 

A la postre el equipo recuperaba la disposición de los delanteros aunque renunciando a la figura de falso ‘9’ para tratar de exprimir el instinto goleador de Suárez. La recuperación de las bandas también ha tenido consecuencias en el mediocampo donde el interior más creativo (Iniesta o Xavi) tiene más libertad más pisar el área. Otra de las variantes ha sido el recurso del 3-4-3, que Luis Enrique empleó ante el PSG en el Camp Nou ante la ausencia de Alves. 

Así luce un Barcelona en construcción, todavía en fase de pruebas. De momento, el equipo se ha mostrado a caballo entre lo que fue (la posesión sigue siendo una constante) y lo que parece que quiere ser (un juego más vertiginoso). La presencia del tridente ha subrayado la sensación de que este equipo es ahora de los delanteros donde en el pasado fue de los mediocampistas.