Análisis del estado de la relación

Las claves de la ruptura Pep Guardiola-Rosell

Todo el barcelonismo se pregunta, así como el mundo del fútbol en general,  a qué vino el repentino ataque de Guardiola a la cúpula directiva del  FC Barcelona. He aquí algunas pistas para entender la reacción de Pep 

Toni Frieros

Para entender el desencuentro Guardiola-Rosell, y por extensión con la directiva azulgrana, hay que hablar del entorno. En esta situación ese entorno ha sido determinante, por no decir pernicioso. Personas cercanas a uno y a otro que han tenido un enorme peso específico... Personajes, algunos más públicos y notorios que otros, que, con sus actuaciones y comentarios, han colaborado, queriendo o sin querer, a ese deterioro.

Sin querer ni pretenderlo, Guardiola ha estado en medio de muchas de esas situaciones. Por ejemplo, en la polémica que se suscitó cuando Johan Cruyff creyó que la junta directiva del FC Barcelona presidida por Sandro Rosell, nada más llegar al club, le había ofendido cuando afirmó, a través de su portavoz, que la figura del presidente de honor no estaba reflejada en los estatutos del club, como así es. Nombrarle fue una decisión de la anterior junta, pero Cruyff devolvió la medalla con la que fue agasajado por Laporta.

Aquella polémica, que tuvo un fuerte impacto mediático, incomodó mucho a Guardiola por el enorme afecto y admiración que siente por Cruyff, amigo personal y fuente de inspiración futbolística. Rosell no llevaba ni un mes en la presidencia y Pep creyó que se trataba de un hecho esporádico y aislado y que era obligado darse un amplio margen de confianza. Pep estaba contento y satisfecho del apoyo de la junta directiva, si bien una pequeña grieta se acababa de abrir. Casi imperceptible, pero grieta.

Mientras el equipo iba viento en popa en la temporada 2010-11, a los pocos meses de ganar las elecciones, el FC Barcelona, como institución, vivió una Asamblea General de Socios convulsa. Por primera vez en la historia del club, y del fútbol español, la junta directiva entrante, con el consentimiento y aprobación de los socios compromisarios presentes, aún por un estrecho margen de votos a favor, llevaba ante la justicia a la junta directiva saliente. Así lo prevé la Ley del Deporte y a esa cláusula se acogió la junta de Sandro Rosell, que votó en blanco en la que, a su juicio, era la decisión más importante en la historia social del club.

Joan Laporta y sus directivos tendrían que responder ante un juez y hacer frente a las deudas acumuladas en sus ocho años de mandato. Aquella polémica, y todas las que vinieron después por el mismo tema, afectó a Pep Guardiola. El entonces técnico azulgrana, en su círculo más próximo, comentó, sin entrar a valorar quién tenía razón, que esa medida dañaba a la unión del barcelonismo y que era un mal comienzo para la junta de Rosell.

Esta vez no era Cruyff el afectado, eran directivos amigos suyos, como Joan Laporta o Rafael Yuste, con quien le une una relación muy especial. Guardiola no hizo comentario público alguno, pero no le gustó ni un pelo que el inicio de la junta de Rosell caminara por esos derroteros. Segunda grieta.

Paralelamente a su trabajo como entrenador, Guardiola mantenía almuerzos periódicos con Joan Laporta, Txiki Begiristain, Johan Cruyff, Rafa Yuste, Joan Patsy y otros amigos. Obviamente, todos esos personajes no tenían el más mínimo 'feeling' con la junta de Rosell. En una de esas comidas, Laporta le explicó a Pep que un juez había ordenado exigir un millonario aval a él y a siete exdirectivos so pena de ser embargados. Todo, a raíz de una denuncia del socio Vicenç Pla. A Guardiola, ese entorno, le aseguró que quien realmente estaba detrás de ese proceso eran personas de la junta de Rosell.

El domingo 25 de septiembre de 2011, después de la goleada ante el Atlético de Madrid, Guardiola sorprendió a los periodistas en la rueda de prensa posterior. Hizo una apasionada defensa de Laporta y todos los directivos que estaban implicados en ese proceso judicial de los avales: "Tengo mucho afecto a la anterior junta. Están sufriendo mucho y no se merecen todo esto, porque todos hicieron mucho por este club. No entiendo de leyes, pero cogieron a este club en una situación muy precaria e hicieron cosas extraordinarias".

Alguien del entorno de Pep afirmó que Guardiola habló con Rosell y le dijo enérgicamente que o paraba eso o se iba. El proceso se detuvo al día siguiente, que no anulado. La grieta pasó a ser una brecha considerable.

Después de cuatro temporadas como entrenador, de cuatro años de éxitos, en los que, deportivamente, no podía tener la más mínima queja de la junta de Rosell, entendió que había llegado el momento de irse. Agotado, sin energías, Pep se quejó a sus más cercanos de la tibieza del presidente en determinados momentos de conflicto con el Real Madrid y Mourinho.

Después de dos años de relaciones, resultaba evidente y visible que, aún sin tener nada en contra de la junta, Pep tampoco sentía un apego especial por ella. La forma y el fondo de su relevo por Tito Vilanova, que se anunciara su nombre en la misma rueda de prensa donde Guardiola explicaba los motivos de su adiós, no lo digirió bien. Comentarios, reuniones y posturas que le molestaron. Se fue a Nueva York con ganas de olvidarse de todo y le pidió ayuda a Sala i Martín.

El extesorero fue clave en la fácil adaptación de Pep y su familia en Nueva York. Vivían muy cerca uno del otro, en el Upper Side. Guardiola no se olvidó del todo del Barça. A través de sus amigos y de internet se enteraba de todo lo que se publicaba en Barcelona. Por deducción propia o por comentarios de su entorno, creyó, equivocadamente o no, que determinadas informaciones que aparecían en algunos medios eran filtraciones del club, algo que desde el FC Barcelona siempre se ha negado. Su cabreo fue mayúsculo cuando el pasado mes de marzo un periodista deportivo escribió que Pep y Tito nunca se habían visto en Nueva York. Esa falsedad le enervó.

Tambien le molestó, y mucho, que el portavoz del club comparara a Tito y a Pep e hiciera, a su juicio, un comentario desafortunado que posteriormente se enmendó. La gota que colmó el vaso de su paciencia fue que se afirmara que él desprestigió a Vilanova ante el padre de Neymar y hacer puntos para acercar su fichaje al Bayern. Pep, y sus más cercanos, creen que esa información salió del Barça y el Barça afirma que fue una elucubración del presidente del Santos. Sea como fuere, la grieta pasó a ser brecha y la brecha, terremoto.