El Pep más reflexivo confiesa que su secreto es mantenerse en guardia

Guardiola: "Todos los días pienso que mañana me voy"

Josep Guardiola vuelve a protagonizar la campaña publicitaria del Banc Sabadell. El técnico blaugrana conversó de lo divino y de lo humano con el cineasta Fernando Trueba y SPORT ha tenido acceso, en exclusiva, al diálogo íntegro que sirvió de base para crear los spots de la campaña y que a continuación reproducimos

A. Masnou / J.M. Díaz / E. Blasco

PEP GUARDIOLA. ¿Sabes que hemos nacido el mismo día?

FERNANDO TRUEBA. Efectivamente, el 18 de enero.

P.G. Y me hace mucha ilusión, Fernando. Siempre le digo a tu hermano que te felicite, pero seguro que nunca lo hace.

F.T. Sí, me lo ha dicho. Mi hermano pequeño, como mi hijo, son la gente seria de la familia. Sin embargo, yo siempre he sido el chalado de mi casa. Dime una cosa sinceramente, Pep, ¿tú te veías llegando a ser entrenador?

P.G. Yo con 25 años ya quería entrenar, porque siempre he considerado que tenía un físico patético para jugar al fútbol, no sé cómo subsistí.

F.T. ¿Ah sí? O sea, que has llegado a hacer lo que siempre quisiste hacer. Y ahora, por ejemplo, ¿qué te imaginas haciendo en un futuro?

P.G. Mira, todos los días pienso que mañana me voy. Cuando diriges algo, tienes que tener siempre presente la idea de que mañana te puedes ir. Yo trabajo mejor pensando que tengo libertad para decidir mi futuro. Estar mucho tiempo ligado a un contrato me angustia y eso puede hacerte perder la pasión.

F.T. Te entiendo, creo que si perdiese la pasión dejaría el cine. Es más, yo que no soy religioso y nunca lo he sido, siempre digo que la única cosa por la que rezo es por no perder la pasión.

P.G. Completamente de acuerdo. Siempre he pensado que todo parte de buscar lo que realmente te gusta, que hoy es lo más difícil de encontrar. La gran fortuna que uno puede tener es hacer lo que le gusta hacer. Dar con eso es la esencia de todo.

F.T. Sí, aunque, fíjate, yo encontré esa pasión por el cine muy joven, a los quince o dieciséis años. Pero antes de eso quería ser escritor, quería ser pintor¿ Porque mi problema es lo contrario, en ocasiones me gustaría tener catorce vidas para poder hacer otras cosas maravillosas. Y quizá equivocarme, que en definitiva es ir hacia el futuro, que es el único sitio donde se puede ir.

P.G. Para mí, lo más maravilloso de mi profesión es planear lo que va a suceder en un partido. Qué jugadores tengo, qué herramientas puedo utilizar, cómo es el contrario¿ Intento soñar lo que va a pasar.

F.T. Y, ¿a veces pasa? ¿Sucede lo que sueñas?

P.G. A menudo. ¿Cómo no va a suceder?

F.T. ¿El guión sale clavado?

P.G. Quizá clavado no, pero si tienes buenos jugadores, uno piensa: “Si hacemos esto, seguro que les vamos a joder.” Siempre intento darles la seguridad de lo que se van a encontrar en el futuro. Eso aumenta las posibilidades de hacerlo bien.

F.T. Una cosa que tienen en común tu profesión de entrenador y la mía de director es que debemos sacar lo mejor de la gente que tenemos. Eso es bonito.

P.G. Sí. Y al final también es lo más difícil.

F.T. Sí, porque tienes que ser un poco psicólogo, saber dialogar, saber explicarte, comunicar bien las cosas¿

P.G. Es cierto, no todos los jugadores o los actores son iguales, ni todos tienen que ser tratados igual, aunque sí con el mismo respeto. Porque, aunque parezca lo contrario, nosotros estamos por debajo de ellos; es decir, dependemos de ser capaces de sacar lo mejor de ellos.

F.T. A mí cada vez que me preguntan cómo dirijo a los actores, digo que a cada uno de una manera. ¿Cómo va a haber un método de dirección de actores? Cada cual es cada cual, hay diferencias absolutas entre las personas.

P.G. Dime una cosa, Fernando, ¿tú eres de los que piensa que los jóvenes ya no se esfuerzan?, ¿que no tienen ganas?

F.T. Yo creo que los jóvenes están sobrevalorados. Vivimos en un mundo donde hay una obsesión por la juventud. Los viejos quieren ser jóvenes y los que han dejado de ser jóvenes, también. Todo es para los jóvenes: la moda, las películas, los suplementos del domingo¿ Estoy hasta las narices, es algo que no puedo aguantar. La juventud es una época de la vida como otra cualquiera. Deberíamos tener más culto a nuestros viejos porque son los que trasmiten las cosas, son la experiencia en el buen sentido de la palabra. Cuando eres viejo aprendes a dejar de tomarte en serio a ti mismo, comprendes lo relativo que es todo. La edad peligrosa es esta intermedia en la que nos creemos algo.

P.G. Quizá sí, entiendo lo que dices, aunque yo pienso que el joven de todas las generaciones siempre es el mismo. Por ejemplo, aunque la gente mayor tiende a pensar que antes se esforzaba uno mucho más, si a un joven le gusta de verdad algo y le das la posibilidad de hacerlo, seguro que se vuelca. En eso son gente cojonuda.

F.T. Sí, en eso no te falta razón. A mí siempre me obsesionaba ver que unos directores hacían sus mejores películas al envejecer y otros hacían las peores. Pienso que todos tenemos nuestros tiempos. Hay personas que dieron lo mejor de su vida a los veinte años, otras lo dieron o lo darán a los ochenta. Y en relación con esto, hay un síndrome del director viejo, casi inevitable, que consiste en aceptar cualquier cosa para mantenerte vivo, para salir de casa, para estar en la profesión.

P.G. Mira, a mí me entrenó Javi Clemente, seleccionador español, campeón de Liga¿ y ahora, ha sido capaz de irse para entrenar a Irak. O Camacho, que ha entrenado al Real Madrid, a la Selección, ha ganado 200 millones de Ligas y se ha ido a entrenar a China. Y no lo digo como algo peyorativo, todo lo contrario. Lo digo como elogio de que les gusta.

F.T. Te cuento otro ejemplo parecido: el otro día un actor francés, mayor, me contaba que Belmondo, que tiene ahora 81 años, hizo una película malísima. Y mi amigo le decía: “¿Qué necesidad tenías con tu dinero, con lo bien que vives, de hacer esta película horrible?” Y Belmondo le dijo: “Porque tenía necesidad de levantarme e ir al rodaje y ver a los eléctricos y ver al maquinista y hablar con la gente.” Le daba igual que la película fuera mala. Me pareció muy bonito, le entendía perfectamente.

P.G. Eso te hace entender que la gente sola, de manera exclusivamente individual, no puede tirar hacia adelante. Necesitamos a nuestra gente. Aunque es verdad que, en ocasiones, es uno el que tiene que tomar la iniciativa y actuar. Mira, por ejemplo, la economía. No podemos pensar que los políticos o los economistas nos arreglarán las cosas. Quizá haya que dar el paso y decir: “O lo hacemos nosotros o nada”.

F.T. Yo, con toda esta crisis económica, he llegado a la conclusión de que los gobiernos y los ministerios de educación deberían convertir la economía en asignatura obligatoria. No vale solo con unas nociones básicas cuando tienes siete u ocho años. Hay que enseñar a los chicos a entender la jungla en la que van a vivir y a que no tomen otros las decisiones por ellos.

P.G. Sí, porque los que en teoría sabían de economía nos han llevado a donde nos han llevado, por las razones que sea.

F.T. Yo no creo ni que las sepan. En cualquier caso, todos debemos hacer cursillos acelerados para entender la nueva realidad. Tú, con este panorama, ¿qué planes tienes?

P.G. No tengo ni idea. Si me siguen queriendo y me apetece, seguiré. Si no me quieren, me echarán y haré lo que salga. En mi profesión hay que tomar decisiones en función de lo que va pasando. Y llegará un día en que ya no me apetecerá estar con mis jugadores, como a ellos no les apetecerá estar conmigo, y en ese momento habrá que irse para encontrar a otros con quien hacer esos planes de futuro. Al final siempre me pasan las cosas menos esperadas. Y ahora es tu turno, ¿qué planes tienes tú?

F.T. Mi único plan es seguir contando películas a los amigos en la calle de mi barrio. Y charlar con ellos y salir a cenar, que eso es una cosa cada vez más difícil. Seguir haciendo eso y envejecer lo mejor posible, como el vino.

P.G. ¿Nos vamos a comer que tengo un hambre que me muero?

F.T. Por supuesto. Señor, ha sido un placer.

P.G. Ahora nos tenemos que levantar y darnos el abrazo del siglo.