La gran noche de Martí Filosia en Casablanca

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Toni Closa

Hoy en día, las tandas de penaltis que sirven para decidir eliminatorias y finales tienen todas idéntico formato; tras sortearse qué equipo la inicia, van alternándose en los lanzamientos un jugador de cada equipo. Pero en sus inicios, este sistema de desempate que ideó el gaditano Rafael Ballester Sierra no se amparaba en ninguna normativa. Normalmente ejecutaba todos los tiros primero un contendiente y después otro. Y un mismo jugador, el especialista, podía lanzarlos todos.

Y así fue como Narcís Martí Filosia se convirtió, el 31 de agosto de 1969, en el gran héroe de la conquista del prestigioso Torneo Mohamed V, que se disputaba en el Stade d’Honneur de Casablanca. Un trofeo que impulsó el propio rey Hassan II, gran amante del fútbol,  para honrar la memoria de su padre (1909-1961), primer monarca alauí del Marruecos independiente.

Con su participación en este torneo, el Barça, que dirigía Salvador Artigas, cerraba una larga pretemporada en la que había disputado trece partidos, conquistando el Ciutat de Palma y el Gamper y perdiendo la final del Costa del Sol. No viajaron RexachFusté y Bustillo lo que no sentó nada bien a los organizadores. De todos modos, en el aeropuerto de Casablanca esperaban a la expedición catalana centenares de seguidores con escudos y banderas.

La semifinal enfrentaba al 

Barça con el Sao Paulo y, pese a las bajas, el conjunto blaugrana se impuso por 2-0. Jugaron Reina (Sadurní 81’), Torres, Gallego, Eladio, Ramoní, Castro (Zabalza 73’), Pellicer, Rosselló (Rifé 85’), Zaldúa, Martí Filosia Pujol (Palau 70’). El gran protagonista de esta noche fue el ‘Cuca’ Palau que, nada más salir abró el marcador y diez minutos después sentenció el lance, con dos  espléndidos goles. El partido fue muy duro; se lesionaron Reina, Pujol y Zaldúa. El cuadro bávaro, en la otra semifinal, y le endosó un 3-0 al WAC Casablanca, que perdió por idéntico resultado en la consolación antes los tricolores paulistas.

Aparte de fútbol, hubo recepciones oficiales, exhibiciones, visita a la Casa de España y misa en la Capilla de los Españoles, a la que solo asistieron, además de los dirigentes, Artigas y los jugadores Pujol, Reina y Sanjuán. Los demás prefirieron descansar en el hotel y preparar la finalísima en la que esperaba el temible Bayern, que estaba en los albores de su época gloriosa y en el que formaban, entre otros, Maier, Beckenbauer ‘Torpedo’ Müller.

El Barça formó de entrada con Sadurní, Torres, Gallego, Eladio, Ramoní, Castro, Pellicer, Rosselló, Zaldúa, Martí Filosia y Palau. A los 4 minutos, el ariete navarro abrió la cuenta, a pase de Pellicer. Pero los bávaros dieron rápidamente la vuelta al marcador con sendos disparos de Müller (8’) y Roth (15’)… desviados ambos por Gallego. Mala suerte, aunque el Bayern fue superior en la primera mitad. Tras el descanso, reaccionó Artigas haciendo un triple cambio. Entraron Rifé, Zabalza y Franch por Rosselló, Zaldúa y Palau. Y dio sus frutos. Quimet, en una fantástica acción estableció el 2-2 en el 62’. El marcador ya no se movió. Ni siquiera en la prórroga. Los penaltis debían decidir. 

El sorteo quiso que los lanzara primero el Bayern. Y Sadurní detuvo el que abría la tanda al mísmísimo Müller. Luego Olhaussen envió su disparo al larguero y se decidió que ‘Torpedo’ lanzara los restantes. No falló y dejó la cuenta en 0-3. El Barça debía marcar cuatro y se decidió que Martí Filosia los lanzara todos. Como puede verse no había ninguna regla. 

LA PROCESIÓN IBA POR DENTRO... El de Palafrugell, el jugador más tranquilo de la plantilla, ejecutó cuatro penaltis con pasmosa tranquilidad, engañando siempre a Maier. Ya no hizo falta el quinto. Todos los jugadores se abalanzaron sobre Narcís que, sin perder su flema le dijo, “podéis reir lo que queráis… pero la procesión iba por dentro”.

Mientras celebraban el triunfo, el vestuario del Barça fue asaltado por decenas de hinchas y tuvieron que intervenir policías militares… que tras el desalojo intentaron rapiñar todo lo que estaba a su alcance ante el desespero del utillero Claudio Pellejero.

El partido había sido presidido por Hassan II que, tras saludar a todos los jugadores impuso al presidente Narcís de Carreras la insginia de Caballero de Ouissam Alaouite, alta condecoración marroquí. Después hubo cena de celebración en  el hotel, compartida con los jugadores del Bayern, con recital artístico -cómo no- de Ángel Mur padre.