FC BARCELONA

Ferenc Plattkó: así nació la leyenda

En una final de Copa Barça-Real Sociedad disputada hace más de 87 años en Santander, Plattkó entró en la leyenda. Le abrieron la cabeza, pero siguió jugando. Nadie hubiera seguido al pie del cañón, salvo el “oso rubio de Hungría”

En un despiste de los médicos, Plattkó se escapó del vestuario y regresó, vacilante, a su puesto

En un despiste de los médicos, Plattkó se escapó del vestuario y regresó, vacilante, a su puesto / sport

David Salinas

David Salinas

Hubo un tiempo en el que los partidos entre el FC Barcelona y la Real Sociedad adquirían la categoría de ‘duelo en la cumbre’. Años en los que el partido era un ‘choque de trenes’. El juego asociativo y preciso de los ‘nois’ contra la fuerza y el ímpetu de los vascos... No fue casualidad que en uno de esos competidos y heroicos envites se forjara una leyenda que sigue vigente a día de hoy: Ferenc Plattkó, el “oso rubio de Hungría” loado por el poeta Rafael Alberti.

El mito nació en la lluviosa tarde del domingo 20 de mayo de 1928, en Santander. Barça y Real Sociedad ventilaban la final de la Copa en un abarrotado Sardinero. El equipo blanquiazul, con más aliento desde la grada por razones geográficas, empezó cobrando protagonismo. Juego directo, ‘machote’. 

No se arrugaron las huestes de Romà Forns, entrenador barcelonista y antiguo jugador del club a quien “la luna le había sorprendido en el viejo campo de la calle de la Industria enseñando a jugar al fútbol. Puede decirse que Forns enseñaba a los jugadores incluso a calzarse las medias y los borceguíes”, contaba el ‘barraquer’ Manuel Torres en sus impagables memorias recogidas por Club en 1953.

En el minuto 40 tuvo lugar la jugada que elevaría a Plattkó, guardameta del Barça, al rango de héroe. Fue al encuentro de Cholín, el delantero centro donostiarra, que amenazaba con disparar a puerta para dar ventaja a su equipo. Plattkó, sin guantes ni rodilleras pero con una valentía y decisión sin límites, se lanzó a ras de suelo con todo hacia el esférico. Cholín había armado ya la pierna. La colisión fue inevitable. 

Plattkó imperial

Atenazó el balón con las manos y salvó al Barça del 0-1, pero pagó su desmedida osadía con una herida en la cabeza que precisó siete puntos de sutura. Abandonó el campo dolido, herido, ensangrentado. Fue atendido de urgencia al lado de la portería. Arocha, interior por banda derecha, pasó a ocupar momentáneamente el marco.

Las curas a Plattkó siguieron en el vestuario. Así lo recordaba el húngaro en 1956 a la revista Barça: “Me tendieron en la cama y me quitaron los zapatos, me aplicaron una inyección, me dieron unos puntos de sutura, y luego, con un gran vendaje, como un turbante moro, envolvieron mi cabeza. Un cuarto de hora después, por la misma puerta, y con otra gran lesión, aparecía Samitier. Entonces fue cuando me di exacta cuenta de la situación: de que, en aquella histórica final, la Copa estaba decidida (...) Y, en un rápido reflejo, adopté una decisión: aprovechando un momento de descuido de los médicos que me habían asistido y que estaban cuidando a Samitier, recogí las botas, me deslicé silenciosamente a través de la ventana hacia el cuarto de las duchas, calcé las botas y, poco después, aparecía en el campo. Aporreado, vendado, vacilante, pasé a ocupar la portería”.

Ventaja

Los azulgrana se adelantaron por mediación de Samitier (minuto 62), que también había regresado al campo. Plattkó mantuvo el tipo. Recibió más golpes en el barrizal santanderino y perdió el vendaje en otro atropello. Pero nada pudo hacer para impedir el empate realista a falta de siete minutos para la conclusión. Sin embargo, no sucumbió. Peleó, arropado incondicionalmente por sus compañeros, otra media hora, la de la prórroga. Dejó todo en el campo. Temeridad en grado máximo. Nadie en su sano juicio lo hubiera hecho.

La locura de Plattkó dejó huella en los 4.000 catalanes que se desplazaron hasta Santander. También en Rafael Alberti, presente esa tarde en el Sardinero. El poeta, impresionado por lo que había visto, le dedicó una emotiva oda: “Nadie se olvida, Plattkó // no, nadie, nadie, nadie, // oso rubio de Hungría. // Ni el mar, // que frente a ti saltaba sin poder defenderte. // Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía. // Ni el mar, ni el viento, Plattkó, // rubio Plattkó de sangre, // guardameta en el polvo, // pararrayos. // No, nadie, nadie, nadie (...)”. De la portería pasó a una cama del hospital.

Seguidor Gardel

El popular cantante fue un aficionado más del FC Barcelona en Santander. El cantante, compositor y actor de cine, amigo del capitán Samitier, asistió al partido y, además de dar soporte al conjunto catalán desde la grada, lo hizo también en la concentración.  “Se desplazó expresamente para vernos jugar y, para templar nuestros nervios, nos deleitaba todos los días con el regalo de su inagotable repertorio de canciones argentinas”. Famosa es la fotografía en la que aparece junto a Samitier Plattkó –éste en la cama, con la cabeza y el brazo derecho vendados– en animosa charla en una habitación de un hospital de la capital cántabra.

Desempate

El martes 22 de mayo a las 11 de la mañana, se jugó el partido de desempate. Sin PlattkóLlorens ocupó su puesto. El duelo acabó con empate a uno y la prórroga tampoco sirvió para que asomara un campeón. Se acordó entonces aplazar la final ‘sine die’ por jugar la selección española los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, equipo en el que había mayoría de jugadores de la Real. El tercer capítulo de la final se escribió 38 días después en el mismo escenario. Y ahora sí, ahora salió un campeón: el Barça, todavía sin el magullado Plattkó. Ganó 3-1. Pero esas son otras dos historias entre el Barça y la Real Sociedad.

* Agradecimientos: A Jordi Puyaltó por su ayuda en la elaboración de este reportaje.