FC Barcelona

La cátedra del genio Messi

El jugador argentino vive en constante evolución de la que parece que no va a tener final. Leo Messi se redescubre día a día 

Messi marcó los dos goles del Barça en el Emirates

Messi marcó los dos goles del Barça en el Emirates / sport

XAVI TORRES

La victoria en Londres añade una maravilla más a la memoria histórica del barcelonismo. Leo Messi volvió a ser elegido como el mejor jugador ya que sus dos goles resultaron decisivos. La valoración numérica del 10 es tan galáctica que no vamos a insistir en sus récords ni en sus retos porque para ello necesitaríamos la mitad –o más– de la edición de este jueves de SPORT

El partido de Messi en el Emirates describe el escenario en el que se ha instalado producto de una evolución constante marcada, esencialmente, por su gran inteligencia futbolística. Todos conocemos especialistas del gol, grandes porteros, defensores magníficos y cerebros del medio campo. Pero todos ellos, sin excepción, se descubrirían ante Messi porque tiene algo que le distingue de los demás: una mente privilegiada para la comprensión del juego.

Los goles de Messi no son consecuencia de su enorme calidad con los pies. Que sea capaz de dar esos pases que provocan la admiración del mundo entero no tienen que ver con esos cuádriceps super desarrollados. Que sea tan resistente a los golpes de los defensas rivales no es producto de un trabajo extra de gimnasio. O sí. Para ser justos, un poco sí. Un poco de todo eso, sí. Pero solo un poco. Lo mucho que le convierte en el mejor jugador de la historia de este deporte viene dado porque al fútbol se juega con la cabeza y se utilizan los pies. Y, en este sentido, la cabeza de Messi va más rápida que las piernas de todos los demás futbolistas del mundo.

Ante el Arsenal, apenas llegó a las 80 intervenciones, muy por debajo de su media en el Barça de Guardiola y un poco por debajo del de Luis Enrique. Curiosamente, la evolución de su fútbol le ha llevado a tocar menos balones pero a ser mucho más decisivo. Los fichajes de Neymar y Suárez han hecho variar la escenificación del juego, aquel basado en el pase que ganó el sextete y en el que Messi era el mejor; con el tridente el equipo puede saltarse muchas páginas del venerado libro del método culé porque lo interesante es hacer llegar el balón a los de arriba cuanto antes, mejor. Del resto ya se encargan ellos...

En este nuevo escenario, Messi también es el mejor. Porque él mejor que nadie sabe cuándo debe correr y cuándo pararse; cuando tocar, cuándo conducir y cuándo regatear; cuándo dosificarse y cuándo presionar. Pero además sabe cuándo deben hacer todas esas cosas sus compañeros. Y hasta sus rivales. Por todo eso, Messi es el mejor creador de juego, el mejor pasador y, por supuesto, el mejor goleador. Hay quien piensa que si jugara de lateral izquierdo, también sería el número uno. Y que si fuera portero ganaría el Balón de Oro igualmente. Porque él ve lo que va a suceder un par de segundos antes que NeymarSuárezIniestaRonaldoLewandowski y el resto de cracks del mundo. Y cuatro respecto a los demás futbolistas. Y ese tiempo, en el fútbol de hoy, es vital para llegar al objetivo antes que los demás. Demasiada ventaja.

En el 0 a 2 apenas se le vio en la primera parte. Messi –y el equipo- tuvo muchas dificultades para jugar con los once jugadores del Arsenal encerrados en su campo y defendiendo por detrás del balón. Wenger, a diferencia de Sir Alex Fergusson en las dos finales de Champions, cerró bien los espacios entre líneas que tanto daño le hicieron al Manchester United y, además, provocó constantes dos contra uno en las bandas para ahogar a Messi y Neymar. El argentino, lejos de desesperarse como antaño y de buscar jugadas con conducciones y regates (casi) imposibles puso su madurez al servicio del equipo ayudando a mover el balón de costado a costado hasta desgastar a Coquelin, Ramsey y compañía. Antes del descanso el Barça solo encontró una opción a la contra (minuto 43), con combinación Messi-Suárez sin remate.  

En la segunda parte todo cambió. Su 0 a 1 (minuto 71) en una jugada de contraataque vertiginoso tuvo el mejor instante en la pausa del argentino que llevó a Cech al suelo. Una vez más, la lectura justa de la situación. Cuando esprintar sin caer en fuera de juego y cuando detenerse. Cuando ayudar a la bola del mundo a dar vueltas de manera frenética y cuando frenarla en seco. En un segundo. Cuando centrar un balón al corazón del área y, a continuación haciendo frente al sentido común de los mortales, correr desesperadamente hacia donde le llevó su intuición, es decir, hacia donde Mertesacker despejó el balón y hacia donde Flamini nunca imaginó que podría aparecer una pulga. Messi olió la sangre. Penalty. Y 0-2 (minuto 84). Y colorín colorado.

Al Barcelona le faltan 20 partidos para acabar la temporada. Y a Messi, también. 20. Ni uno más ni uno menos. 20 porque los va a jugar todos a no ser que la Liga se resuelva antes de hora y entonces pueda descansar ante el reto de las finales. No hay problema. La máquina del doctor Pruna que suena y enciende las alarmas ante los músculos agotados no tiene a Messi en su lista. La dosificación de esfuerzos merecería un capítulo aparte. Pura intuición primaria: cuando toca, a muerte; cuando no, a esperar pacientemente.

Saber jugar a fútbol no es lo mismo que jugar al balón. El 10 tiene talento, tiene mentalidad y, además, sabe lo que pasa y por qué pasa. La cabeza y los pies. El mejor. La cátedra. El genio. Leo Messi.