Bailando con lobos en El Sadar

Messi

Messi brilló en el Sadar / JOAN MONFORT

Dídac Peyret

Dídac Peyret

El ruido de fondo del Sadar suena a rock radical vasco. Se nota, se siente, el mismo desprecio a lo moderno. También irreverencia a la autoridad y el establishment. El estadio del Osasuna es un viaje a finales de los ochenta. Al fútbol retro. Con una mezcla desbravada de cánticos calimocheros, bocadillos envueltos en plata, puros y petas. “Osasuna nunca  se rinde”, cantan en las gradas, a menudo. Sobre todo ante un grande como el Barça. “Un monstruo viene a verles”, titulaba la prensa local, reflejo del sentir general. “Otra vez al dentista”, resumía un taxista en los aledaños del estadio.

Y así le fue al conjunto navarro, superado por el talento de un Barcelona que se presentó al Sadar sometido a una exigencia máxima. Al vértigo de alejarse, aún más, del Madrid tras la decepción del clásico. A su favor tuvo la presencia de Iniesta y Messi. Ni siquiera un césped tan áspero, tan seco, como el de este estadio rebajó el delicado repertorio de los bajitos. El regreso -o más bien dicho su larga ausencia- ha reivindicado la figura de Andrés.

Hay algo, incluso, de nostalgia en su juego. Porque cuando coge el balón sublima el fútbol que un día fue el mejor anuncio de este deporte. El de un Barça que ha ido evolucionando (para otros involucionando) para seguir siendo un competidor feroz. Esta vez recuperó el viejo librillo para llevarse los tres puntos.

También en partidos de manga larga, horario incómodo y ambiente fiero. Porque el Barça compareció en El Sadar con ánimo, seguro de acabar con la racha de un mes sin ganar en la Liga.

Ni siquiera un césped tan áspero, tan seco, como el del Sadar rebajó el delicado repertorio de los bajitos

Un Barça a gran nivel

En la primera mitad atropelló al conjunto de Caparrós pero le faltó el gol. En la segunda, Suárez dio un respiro a los suyos tras minutos de angustia. Lo logró con una jugada colectiva formidable, de posesión activa, con una genialidad de Busquets, una asistencia de Alba y el remate de Suárez, el más puntual en el área.”El gordo” –así le llaman sus compañeros- subrayó su condición de pistolero con un tanto de ariete clásico.

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Fue un gol de gran valor para el Barcelona. Un tanto sanador que anticipó más goles del conjunto de Luis Enrique. Lo logró Messi,en dos ocasiones, claro, en su partido número 550. Primero con una asitencia de Alba, muy activo. Más tarde con una jugada maradoniana, mezcla de pausa y vértigo. Un hechizo indescifrable.

Ni siquiera el resultado desactivó la fiebre del Sadar. Ni siquiera la amenaza cada vez más real del descenso desanimó a la hinchada osasunista.Pudo haber sido peor para los locales. Corrieron, sudaron, se exigieron, pero terminaron fundidos y sin premio. El Barça fue un monstruo para el colista.

No necesitaron los de Luis Enrique tirar de épica para llevarse los tres puntos. El conjunto azulgrana bailó con lobos en El Sadar durante un buen rato y se marchó con los deberes hechos.