LA MIRILLA

Dos inventos para seguir líderes

Albert Masnou

Imagínense la habitación más pequeña de su casa, de apenas cuatro metros cuadrados, dejen entrar a seis jugadores vestidos a rayas horizontales (como las camisetas del Celtic de Glasgow) y a tres más vestidos a rayas verticales (como los del Barça). En total nueve jugadores sin espacio para moverse. Denle, entonces, un balón a los del Barça e intenten que, en medio de tantas piernas, los tres jugadores hagan cuatro toques sin que los de rayas horizontales toquen la pelota, se la quiten o, incluso, impidan un disparo. Parece el chiste del seiscientos, ¿no lo ven así? Parece imposible, ¿es una situación imaginaria? ¿O es real? Sería irrealizable en cualquier parte del mundo menos en un rincón del planeta donde hay tres chicos de escasa estatura cuya calidad técnica es sensacional y que han convertido el fútbol en un deporte nuevo, con poco tiene que ver con los viejos axiomas del pasado como la furia española, la pelota al área escocesa, el box to box inglés, el catenaccio italiano o el jogo bonito brasileño.

Tres jugadores que marcan el juego del FC Barcelona, los pilares en los que se sustentan los éxitos conseguidos en los últimos cinco años, los que han provocado que este equipo alcance la cima del fútbol superando al Milan de Sacchi, Santos de Pelé o Ajax de Cruyff.

Quizás por la larga duración de este dominio, los rivales le conocen al dedillo y el Barça debe recurrir a los inventos magistrales como el creado por Messi, Iniesta y Xavi Hernández para sacar adelante partidos comprometidos como el de ayer, que se giró de buenas a primeras con el autogol de Mascherano aunque la UEFA se lo dio a Samaras. Esta desafortunada acción aumentó la actitud defensiva del Celtic de Glasgow, compuesta por ocho 'armarios' ubicados en la frontal del área imposibilitando penetrarla si no es por dos obras maestras culminadas por Iniesta y Jordi Alba, un gol éste último que llegó en una jugada de los dos laterales que en ese momento ya era unos extremos más.

Después de la desaparición del primer plano del Glasgow Rangers, el Celtic se ha quedado solo en la liga escocesa donde sus rivales no le tapan ni el tobillo con su sombra. Ante este panorama, dos apuntes: Primero, el partido en el Camp Nou es su Fiesta Mayor, su final de la Liga de Campeones, su motivo para dejar en el campo hasta la última gota de sudor y, segundo, el 'mérito' del conjunto escocés fue tener el partido controlado sin haber disparado una ocasión entre los tres palos de Valdés. ¡Ni una! Porque el gol llegó, por segunda vez en esta Champions, en propia puerta del FC Barcelona.

Desgraciadamente para el corazón del culé y después solo de trece encuentros oficiales se contabilizan cinco remontadas, siendo muchos de los goles decisivos en el último suspiro, como ocurrió ayer en el Camp Nou. ¿Por qué pasa esto? ¿Es casualidad? O bien ¿hay un motivo que obliga al Barça jugar in extremis? A parte del gol en propia puerta, el Barça estrelló un balón al palo y dos lanzamientos de falta directa de Messi salieron rozando el larguero. Mala suerte es evidente que hubo pues el dominio fue además total si bien el equipo padece problemas defensivos desde las lesiones de Puyol y Piqué y esto genera dudas y flaqueza.

Acostumbrarse a ganar in extremis también tiene sus connotaciones positivas. El Barça demuestra una fe ciega en sus posibilidades, nunca baja la guardia, nunca se rinde y se muestra como un bloque compacto porque, pese a la exigencia del marcados, jamás un jugador tira por su cuenta, busca una acción individual sino que el sentido de juego colectivo jamás desaparece. Messi brilla por encima de todos pero el ADN se mantiene en las situaciones más comprometidas y en los momentos en los que el cuerpo pide lanzar balones aéreos o disparos lejanos desde fuera el área. El toque, la combinación, la asistencia, en juego corto es un signo que identifica a este equipo y va a morir con él siempre y cuando en el campo haya genios como Messi, Xavi o Iniesta. El Camp Nou tiene la misma fe en la victoria y así lo demuestra apoyando al equipo hasta el último instante, hasta el pitido final.

Después de once partidos, el Barça prosigue con su trayectoria inmaculada siendo líder tanto en la Liga española como en la Champions, donde el pasaporte para la siguiente fase está al alcance de la mano.